Una pareja de patos blancos chapotea en la pequeña laguna que adorna la entrada de Blascosancho, muy cerca del frontón viejo. Al otro lado se levanta el nuevo, construido junto a la ‘casa de los maestros’, hoy convertida en alojamiento rural. En ella habitó el niño Jorge Hernández Marazuela, quien años después adoptaría el nombre artístico de Jorge Marazu. La hora es todavía propicia para la siesta, por eso los patos de la laguna son aparentemente el único vestigio de vida que percibimos al llegar a este minúsculo pueblo de la moraña abulense. El sol de agosto se desploma sobre la llanura a través de una leve brisa, adueñándose con su luz primaria y cegadora del silencio de las calles vacías y de la quietud de los campos amarillos de cereal ya cosechado. Es la luz de la vieja Castilla, indiferente al tiempo y a las personas y fuente de inspiración para poetas, escritores y artistas de toda época y condición. La misma luz que refulge espléndida en Lumínica, el tercer disco de Marazu, que sale a la venta el próximo 22 de septiembre editado por Universal. Son precisamente esta luz y el rastro de ese puñado de canciones lo que esta tarde de verano nos ha conducido hasta aquí.
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Marazu en la estela del cometa
Escuchando a Wilco aquella noche, Jorge Marazu tenía en la cara la misma expresión que se les quedó a esos padres levantados de madrugada que iban a colocar juguetes y encontraron a los reyes magos tomando whisky en el salón. Fue hace cerca de un año. Habíamos quedado para ver juntos el concierto de la banda de Chicago en el festival Noches del Botánico y para él era la primera vez. Hacía el calor con el que en los últimos años el verano sitia Madrid y Jorge venía alterado por las expectativas, así que antes de que empezara el bolo ya sudaba sentimiento. Mediado el concierto se subió a la grada con Pollo, pensé yo entonces que apabullado por la temperatura y la emoción, pero ahora creo que lo hizo para tomar la distancia precisa. Me quedé en la pista con Nacho Mur, otro músico pasional al que vi flotar cuando en los bises Tweedy y los suyos se desenchufaron para tocar, entre otras, California Stars (joder, cómo tiene que ver ese concepto musical con dónde anda metido Nacho un año después) y nos reunimos con Marazu al terminar. Intentamos usar tantas palabras para describir lo que acabábamos de vivir que nos faltaron las adecuadas.
Jorge Marazu: “No tengo el talento para defender algo en lo que no creo”
Esta entrevista se concertó hace meses, la misma tarde en la que un whatsapp de Jorge Marazu vino a encender un fuego en el frío del invierno: “Te voy a pasar el disco que hemos grabado, a ver qué te parece”. Aún tendrían que ocurrir algunas cosas hasta que Escandinavia viera la luz a comienzos del verano, pero ahí estaban ya las canciones, poseedoras de una belleza intensa y conmovedora que la preciosa voz de Marazu, unida a la acertada producción de Toni Brunet, contribuía a realzar. El 23 de junio se estrenó por fin el disco, momento propicio para retomar la entrevista acordada, que profundizara en ese viaje que es Escandinavia. Con tal propósito músico y periodista llegaron a estar sentados ante un par de cervezas que finalmente quedaron intactas, porque a veces los planes de uno cambian los de los demás. Sin embargo todo acaba sucediendo, y lo que empezó a través del whatsapp una tarde de invierno culminó por skype una ardiente noche de este calorífico y parece que infatigable verano.
Marazu: el adiós que precede a ‘Escandinavia’
Por decirlo en corto y de forma gráfica, la canción es una bestialidad. Quien busque en ella el vestigio de algún recuerdo crónico sin duda se verá sorprendido, pero seguro que también caerá rendido ante su belleza incontestable. Es el Adiós! con el que Jorge Marazu adelanta el que será su segundo disco, Escandinavia, que publicará en pocas semanas autoeditado bajo sello propio, Escandinavia Records, y recurriendo al crowdfunding, lo que no deja de ser algo muy significativo.
Las frases hechas, el Palmo y los benditos colmaos
Cada vez que alguien escribe que había ‘magia en el escenario’ o que se podría ‘vivir dentro de una canción’, en algún lugar del mundo se malogra una carrera musical prometedora. Sin embargo hay ocasiones en las que no queda otro remedio que recurrir a una de esas tópicas frases hechas para acercarse a describir con un atisbo de fidelidad algo que es imposible trasmitir con palabras. Porque tal vez escribir sobre música supone perder el tiempo que podríamos emplear en escucharla, pero aquí insistimos en el probable error.
‘Han llovido 15 años’, pero nadie olvida a Enrique Urquijo
UNA VEINTENA DE ARTISTAS LE RINDE HOMENAJE EN UN CD+DVD Y UN CONCIERTO BENÉFICOS





Hace 15 años aún era demasiado pronto para que Enrique Urquijo se marchara, pero lo hizo, y de esa forma se quedó para siempre. Hoy se le puede encontrar en sus canciones, y por eso casi una veintena de músicos españoles le han rendido homenaje cantándolas sobre el escenario de la Sala Galileo Galilei de Madrid, al que Enrique se subió tantas noches, transformado para esta ocasión en la Calle del Olvido. El resultado se ha registrado en un emocionante CD+DVD que se presentará en un concierto tributo el 15 de noviembre en ese mismo escenario, en esa misma calle que jamás hizo honor a su nombre porque nunca fue olvidada. Enrique Urquijo vive en su inmenso legado, y la última canción a la que puso voz (Hoy la vi) ha inspirado el título de este sentido homenaje: Han llovido 15 años. Los mismos que llevamos añorando a quien de manera más desgarradora supo extraer de la tristeza hasta su último poso de belleza.
Jorge Marazu: “La Ruta de los Colmaos me devuelve el amor pasional por el oficio”
Por los colmaos del Madrid de los años 20 del siglo pasado se comenzó a escuchar una máxima elevada a rango de norma: “Los flamencos no comen”. Se sabe que la sentencia, extendida pronto por todo el país y con cierta vigencia aún en determinados ambientes, nació de las costumbres de la llamada “Cofradía del Codo”, seis parroquianos con ganas de juerga que cada tarde se reunían en el Villa Rosa, o en Los Gabrieles, para trasegar del orden de 30 copas de manzanilla por barba. Despreciando la tapa, claro, de ahí lo del supuesto ayuno de los flamencos. Ante tamaña demostración de entusiasmo etílico, no es difícil imaginar una guitarra pasando de mano en mano y unas coplas de boca en boca. Al fin y al cabo, “¿qué hay más español que un gupo de amigos en torno a una guitarra, bebiendo y cantando?”. Quien se hace la pregunta es Jorge Marazu, el artista que ha pretendido recoger ese espíritu popular, castizo y flamenco y llevarlo a su terreno en ‘La Ruta de los Colmaos’, el espectáculo que presenta en Madrid el 22 de marzo.
Estrenamos ‘Haces bien’, tema inédito de César Pop y Jorge Marazu
La que sigue es la historia de una despedida gestada durante un encuentro. El de dos amigos músicos que una madrugada, después del escenario y el griterío, la risa, el vino y las flores, hacen inventario de tristezas y se arman de valor para atreverse a pronunciar juntos un adiós tan hermoso y sereno como inevitable. Cada uno ahonda en su propia herida, pero ambos saben que en el fondo se trata de la misma. Esa que dejará una marca de la que nunca será consciente la persona que la infligió. Ella ya está lejos cuando Jorge Marazu y César Pop le dedican Haces bien, la preciosa despedida firmada por ambos que hoy estrenan en vídeo y en exclusiva en Esa canción me suena.
Rebeca Jiménez: “Me gustaría irme a grabar a EEUU”
Cuando tenía seis años, Rebeca Jiménez paseaba una tarde de la mano de su padre por la Plaza Mayor de Segovia, su ciudad natal. Se encontraron con una mujer y, al pararse a saludar, él se dirigió a la pequeña y le dijo: “Mira Rebeca, te presento a tu profesora de piano”. En ese preciso momento sitúa ella el inicio de su historia de amor con la música. La voluntad de su padre llevaría a la niña Rebeca a estudiar solfeo y piano en el conservatorio y a adentrarse en un mundo que ya no abandonaría. Después vinieron los estudios de física y los de interpretación y los coqueteos con el cine y con la música electrónica. Hasta que un día, sentada ante el piano, decidió enfilar el camino que le marcaban los latidos del corazón.
Basilio Martí. ¿Y si todo fuera un ‘Lapsus’?
Aparco la moto y echo un vistazo a la entrada del Café Comercial, en la Glorieta de Bilbao, en Madrid. Llego con antelación a la cita, así que barajo la idea de acercarme un momento hasta la placita dedicada a Antonio Vega en plena Malasaña, a tiro de piedra. Sin embargo, decido que aún es pronto para visitar el pasado. Más tarde habrá que hacerlo, eso seguro, pero lo que me ha traído hasta aquí esta mañana de sábado es el presente, el de un músico que, curiosamente, aparece en una vieja Vespa restaurada de los años 70 y trae en la mochila un disco que todavía no ha empezado a distribuir en las tiendas. Definitivamente, hoy visitaremos el pasado, el presente y el futuro, me digo mientras me acerco a saludar a un sonriente Basilio Martí.
Madrid, noche de jueves
Hay músicos que se levantan tarde, encienden un petardo y dejan que se escape el día escribiendo canciones míticas. Otros se ganan el pan encima de una moto de repartidor, y recorren las calles mientras dibujan en sus mentes líneas de acordes que volarán la cabeza de alguien. Algunos madrugan, se cubren los tatuajes con camisa y traje y fichan en la oficina, esperando la hora de salir para acercarse al local de ensayo o al garito donde toca un colega con quien subir al escenario a ‘cantarse’ una. Hay músicos que revientan rivieras pero se quitan el sombrero de rockstar ante el arte de otros que no son ni tan flacos ni tan famosos. Todos ellos existen, aman la música por encima de todo y se dejan ver de vez en cuando, en noches en las que deciden salir a jugársela. Noches anónimas que de improviso reclaman su derecho a ser inolvidables.
Marazu. Canciones sin etiquetas
Jorge Marazu lo llama “la víscera”. Es ese impulso irrefrenable que te empuja a saltar sin comprobar antes que la red está en su sitio. A ignorar el miedo aunque lo presientas cerca. A jugártelo todo asumiendo que quizás sea en vano. Ese potente sentimiento es tal vez el mayor nexo de unión entre las 12 canciones que forman La colección de relojes, el álbum con el que Marazu ha soñado durante años y que significa su debut discográfico. Un trabajo honesto, heterogéneo y alejado de cualquier moda. Pura belleza emocional al margen de las etiquetas. Una maravillosa ración de eso que él llama “la víscera” y que presenta con su banda el 18 de este mes en la madrileña sala Clamores.
Jorge Marazu, imposible de parar
En ocasiones ocurre. No es algo premeditado, ni forzado, ni artificial. No sirve de nada provocarlo pero tampoco puede evitarse, simplemente hay que dejar que pase y disfrutar la sensación. Porque no todos los días se tiene la suerte de descubrir canciones que, abriéndose paso fugaces y precisas como flechas buscando diana, se hunden en lo más íntimo de uno mismo, allí donde las emociones y los sentimientos conviven con las melodías y las palabras que un día escribieron e interpretaron tipos que parecían conocer los recovecos de almas ajenas aunque afines. Tipos cuya música perfila los sueños, las alegrías y los fracasos propios. Tipos, en definitiva, como Jorge Marazu.