Por los colmaos del Madrid de los años 20 del siglo pasado se comenzó a escuchar una máxima elevada a rango de norma: «Los flamencos no comen». Se sabe que la sentencia, extendida pronto por todo el país y con cierta vigencia aún en determinados ambientes, nació de las costumbres de la llamada «Cofradía del Codo», seis parroquianos con ganas de juerga que cada tarde se reunían en el Villa Rosa, o en Los Gabrieles, para trasegar del orden de 30 copas de manzanilla por barba. Despreciando la tapa, claro, de ahí lo del supuesto ayuno de los flamencos. Ante tamaña demostración de entusiasmo etílico, no es difícil imaginar una guitarra pasando de mano en mano y unas coplas de boca en boca. Al fin y al cabo, «¿qué hay más español que un gupo de amigos en torno a una guitarra, bebiendo y cantando?». Quien se hace la pregunta es Jorge Marazu, el artista que ha pretendido recoger ese espíritu popular, castizo y flamenco y llevarlo a su terreno en ‘La Ruta de los Colmaos’, el espectáculo que presenta en Madrid el 22 de marzo.
Texto y Fotos: Chema Doménech
Marazu conoce la copla desde que tiene uso de razón. En el bar de su abuelo sonaron durante años las composiciones más representativas de la canción española, y también las solía pinchar en casa su padre, músico profesional y buen aficionado al género. Así, el niño Marazu creció entre bienpagás y zarzamoras, entre tatuajes y atuveras sin prestarles demasiada atención. Pero hace alrededor de dos años posó en esas viejas canciones su mirada de adulto y su sensibilidad de artista. El reencuentro con aquellas músicas del pasado lo conmovió íntimamente, y decidió sumergirse a pulmón en aguas tan añejas. Compartió su descubrimiento con amigos y colegas, y fue el músico mallorquín Toni Brunet quien se animó a acompañar a Marazu en la inmersión. Pronto empezaron a recoger tesoros que siempre han estado ahí, al alcance de la mano.
De esa forma se ha ido perfilando el espectáculo que se presenta en Madrid el sábado 22 de marzo como parte del ciclo ‘Historias de cuatro minutos’ de la Fundación SGAE. Bajo la dirección musical de Brunet, ‘La Ruta de los Colmaos’ es el resultado de meses de estudio y dedicación a la copla tratada, eso sí, desde un enfoque actual y cercano al rock, y en el que también hay espacio para guiños a músicas «hermanas» de similar solera como el tango o la zamba. Por eso no sorprende que sobre el escenario de la Sala Berlanga vaya reunirse un elenco de músicos españoles y argentinos, pues junto a Jorge Marazu y Toni Brunet se han embarcado en esta ‘ruta’ Marina Sorín, Martín Bruhn, Josué Santos y David González. Curiosamente son seis, como los fundadores de aquella ‘Cofradía del Codo’ responsable de que, en las noches de juerga de las primeras décadas del siglo XX, más de un flamenco haya tenido que despreciar la tapa aun a costa de escuchar en su estómago los quejíos del hambre.
«CREO QUE TONI BRUNET Y YO HUBIÉRAMOS ENFOCADO ESTE PROYECTO DE LA MISMA FORMA AUNQUE NO LO HUBIÉSEMOS HECHO JUNTOS»
Sería un buen nombre para esta banda, ¿no? ‘La Cofradía del Codo’… Sí, jaja, de hecho en algún momento lo he pensado. Es verdad que el espíritu es ese, el de unos amigos divirtiéndose y haciendo música. Cuando hablamos de posibles fechas para la presentación, había un día en el que Toni y Martín tenían otro espectáculo. Podían haberlo compaginado pero hubieran tenido que salir pitando, y yo me negué enseguida porque quiero que después del bolo nos vayamos de juerga. Me pareció importantísimo hacer esto sabiendo que después nos vamos a ir a emborrachar, o al menos a echarnos unas risas y disfrutar un rato.
¿Qué motiva que, en este momento de tu trayectoria, te embarques en esta ‘Ruta de los Colmaos’? Es algo que surge espontáneamente, sin pensarlo demasiado. Cuando yo empecé a escribir canciones, lo hacía sin ningún tipo de pretensión, era una necesidad, y con la copla me ha ocurrido algo parecido. De repente volví a escuchar estas músicas y a encontrarles sentido desde el punto de vista que tengo ahora. Empecé a introducir alguna copla en mis bolos, y un día surgió la posibilidad de desarrollar el proyecto. Se lo comenté a Toni Brunet y comenzamos a hablar de los años 20, de los colmaos, del Villa Rosa, de los Gabrieles, de la venta de Antonio Manzanilla… De alguna manera, ‘La Ruta de los Colmaos’ me devuelve el amor pasional por el oficio. No ha sido premeditado, por inercia nos hemos visto aquí.
¿Cómo ha sido el proceso de gestación del espectáculo? Lllevo unos cuantos meses preparando esto, los últimos trabajando muy fuerte, escuchando muchísima copla, viendo documentales, leyendo sobre compositores y sobre artistas… Yo no lo llamo estudiar porque para mí es una gran suerte que me interese algo y que además sea un proyecto de trabajo, ya sabes que lo que a mí me mola es hacer las cosas que me pide el pecho. En ese sentido ha sido un trabajo placentero, y más junto a Toni, que lo hace muy fácil. Es más, creo que él y yo hubiéramos enfocado el proyecto igual aunque no hubiéramos trabajado juntos, y desde aquí le quiero pedir disculpas de forma pública por lo pesado que soy, que estoy todo el día dándole la brasa con ideas y con temas (risas).
¿De qué forma os repartís el trabajo entre los dos? Yo me he encargado un poco de seleccionar el repertorio y Toni asume el papel de director musical, que es el de dirigir a la banda y desarrollar los ejes que van a guiar el espectáculo. Hemos tenido la suerte de poder contar con los músicos con los que queríamos contar, gente que sabíamos que iba a encajar con nuestra manera de entender esto. Creo que todos estamos ilusionados.
Estáis ilusionados pero también es un reto que entraña riesgos. ¿Te asusta? Hombre, sé que esto es jugar con fuego. Soy consciente de que me estoy tirando a la piscina y de que me pueden dar palos con mucha intensidad, pero es que si uno cree que debe hacer algo, pues tiene que hacerlo. Si pensara que no lo puedo defender con dignidad no lo haría. Yo no soy cantaor ni los músicos son flamencos, por eso nos vamos a ir por otro sitio, a entenderlo como nosotros lo entendemos. Sí me da miedo que alguien piense que me estoy entrometiendo en un género que no es el mío, pero bueno, son temores que yo mismo me creo. Le tengo muchísimo respeto al género y a los intérpretes, y pienso que puedo hacerlo con criterio.
«ESTÁ MUY BIEN CONOCER A DYLAN O A LOS STONES, PERO TAMBIÉN MOLA SABER QUÉ PASABA CON MIGUEL DE MOLINA O CON LA PIQUER»
¿Qué es lo que más te atrae de la copla? Es un género que cuenta cosas con cierto drama, con cierta ironía, pero sobre todo con mucha intensidad y con mucha pasión. Son historias con planteamiento, nudo y desenlace, contadas con el lenguaje del pueblo. Una de las premisas con las que partíamos era la de no joder los temas, no cargarnos su intención. Lo bueno de la copla es que los temas ya tienen emoción por sí mismos, lo único que hay que hacer es apoyar esos matices. Una intro como la de La bien pagá no te la puedes cargar porque es magnífica. Si te cargas eso es para que te acuchillen. Realmente es un género maravilloso.
Sin embargo, de alguna forma sigue siendo denostado. Hay a quien le avergüenza incluso… Es que también existen muchos prejuicios sobre el género y se le ha ido poniendo mucha caspa encima. Porque hay un momento en que alguien que no tiene que ver con la música decide que ésta sea la ‘música del régimen’. Se cargan a figuras tan importantes como Miguel de Molina, a quien un día pegan tal paliza que lo dan por muerto, y él se va del país poco después. Se cargaron la base inicial de lo que era la copla, que era también una forma de música protesta, y se la llevaron a otro sitio. Hay canciones maravillosas que hablan de toros o de vírgenes, pero en este proyecto queríamos salirnos de ese patrón, porque la intención es mostrar que esto no es un género casposo, que la caspa se la han aplicado desde fuera de la música.
¿’La Ruta de los Colmaos’ es por tanto una manera de reivindicar la copla? Bueno, yo no me considero cabecilla de nada ni estoy en condiciones de serlo, pero me he criado escuchando a Enrique Urquijo, yo estoy en esto por Enrique y Los Problemas, y ese proyecto tenía esta misma intención, rescatar canciones viejas para darles un color nuevo. Está muy bien conocer a Dylan, a Waits o a los Stones, porque son genios de los que enriquecernos, pero también mola saber qué pasaba con Miguel de Molina, con la Piquer, con Antonio Chacón… Eso es magnífico y te da unas bases muy sólidas.
¿Te hubiera gustado vivir esa época de los colmaos? Había un disco de los Celtas, que es uno de los grupos de mi juventud, que traía un corto en el que el protagonista era un carpintero. Un día su padre le decía, «date prisa que vas a llegar tarde», y él le contestaba, «yo ya nací tarde». A mí me pasa un poco eso, porque siempre estoy investigando épocas pasadas. Me gusta la atmósfera de esos años 20 y 30, un rollo muy de juerga en una época en la que había color, una movida muy sana. Hay un verso de Manuel Machado que dice: “A todos nos han cantado en una noche de juerga coplas que nos han matado”. Es la puta verdad. Los colmaos eran eso. ¿Qué hay más magnífico que juntarte con los amigos, emborracharte y cantar? A mí me flipa salir de bolo con César Pop porque sabes que siempre acabas cantando por ahí. Es el mismo rollo.
¿Crees que ‘La Ruta de los Colmaos’ tendrá continuidad tras la presentación en Madrid? Tenemos ideas pero ya sabemos cómo están las cosas. Primero vamos a ver qué pasa, si esto mola o es una columpiada mía, jeje. Hay que comprobar si sale como queremos todo lo que tenemos en el alma y en la cabeza. A mí me molaría traer el espectáculo a mi ciudad, Ávila, y también llevarlo a Barcelona. Pero bueno, para un artista con las posibilidades que yo tengo es una locura pensar que esto va a durar. De momento vamos a disfrutar de lo que pase en Madrid y después veremos.
‘LA RUTA DE LOS COLMAOS’ SE PRESENTA EL 22 DE MARZO EN MADRID. PUEDES COMPRAR LAS ENTRADAS EN ESTE ENLACE.
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