Las risas del público apenas dejan escuchar la voz de Ara Malikian que, desde el escenario, introduce en tono humorístico el tema que se dispone a interpretar junto al guitarrista argentino Fernando Egozcue. «Lo normal es que un músico tenga un hijo y le dedique una canción», está contando Ara. «Pero Fernando lo hizo al revés, escribió un tema llamado ‘Manu’ y le pareció tan bueno que quiso dedicarle un hijo. Fue difícil encontrar una mujer y después convencerla para tener un niño y que se llamase Manu, pero él es tan cabezota que lo consiguió». Estamos en Madrid, en una sala Clamores repleta de rostros sonrientes a pesar de ser lunes por la noche. Sobre el escenario, quien está considerado uno de los más brillantes violinistas del mundo se dirige al público utilizando los dos elementos con los que, según él, se siente más cómodo: la música y la risa. «Son los lenguajes universales», ha afirmado Ara Malikian en la entrevista que nos ha concedido poco antes del espectáculo. Él no lo dice, pero quien conoce la trayectoria de este artista sabe que la humildad, la ilusión o el sacrificio son también idiomas que el músico conoce a la perfección.
Chema Doménech Fotografía: JS Matilla
Ara Malikian nació en Líbano en 1968 en el seno de una familia de origen armenio. Su padre, violinista, formaba parte de la banda de un cantante famoso de la época y fue él quien puso un violín en las pequeñas manos de su hijo cuando éste cumplió los cinco años. «Mi padre tocaba un estilo pop árabe, pero lo que más le gustaba era la música clásica, así que quiso orientarme por ahí», cuenta Ara.
El niño comenzó entonces un aprendizaje estricto, fruto de la severidad de su padre, que le obligaba a practicar con el instrumento durante horas aunque a veces lo hiciera entre lágrimas, porque lo que le apetecía era irse a jugar con sus amigos. Aun así, al pequeño Ara le encantaba tocar el violín y por eso fue un niño feliz, una felicidad que tampoco consiguió truncar el conflicto civil desatado en el país. «La guerra comenzó cuando yo tenía ocho años», recuerda. «Entonces pasábamos mucho tiempo encerrados en sótanos antiaéreos, donde la vida seguía: yo tocaba el violín, mi padre también, otro vecino traía una guitarra, otro cantaba… Incluso dentro de una tragedia como es una guerra, el ser humano siempre intenta divertirse y pasarlo lo mejor posible». Por eso, cuando a los 15 años se marchó a Hannover, en Alemania, con una beca para seguir estudiando música, a Ara Malikian le sorprendió el hecho de que la gente pareciese triste. «Yo venía de un país herido por la guerra pero la gente sonreía más», afirma. «De hecho, creo que mi época más difícil en la vida fue durante los dos primeros años en Alemania sin mis padres, sin mis amigos, sin conocer el idioma ni la cultura. Pero fue un aprendizaje a lo bestia, sobre todo aprendí a sentirme bien en cualquier lugar del mundo». Y precisamente a ello se dedica desde hace tiempo: a viajar por todo el mundo pasándolo bien y haciéndolo pasar bien a los demás con su arte.
«BEETHOVEN Y LOS BEATLES SON GENIOS, AUNQUE DE DISTINTOS SIGLOS, PERO SUS MÚSICAS SON COMPATIBLES»
Porque Ara Malikian, considerado uno de los grandes violinistas del mundo, el mejor de su generación, no concibe la música sin emoción, sin pasión, sin la curiosidad necesaria para explorar sus límites. Por eso en los últimos años ha puesto en marcha una gran cantidad de espectáculos con el fin de acercarla a públicos de cualquier edad y condición, y no duda en tocar un día con una orquesta clásica y hacerlo al siguiente con Extremoduro, o con Los Secretos. O fusionar en un mismo espectáculo a Bach con Radiohead. «La música tiene que ser abierta, no es algo cerrado. Beethoven y los Beatles son genios, aunque de distintos siglos, pero sus músicas son compatibles». Con este razonamiento, el violinista opina que, de haber vivido hoy en día, compositores como Paganini o Bach serían estrellas del rock. «Estoy convencido de ello, igual que pienso que hay músicos de rock actuales que son genios de la música y que en 200 años se les recordará como a Bach, a Paganini o a Mozart«.
Entonces, cabe preguntarse por qué la música clásica está tan constreñida por rígidos corsés, qué la ha llevado a convertirse en una música elitista, alejada de la gente. «Eso también me lo pregunto yo», dice Ara. «Por desgracia, ese es el mundo de la música clásica. Existen muchas reglas y está mal visto salirse de ahí. Pero hay que arriesgarse porque es una música hermosa, es tan grande que hay que dejar que vuele y abrir horizontes. Yo creo que en este sentido las cosas están cambiando algo. Compositores como Beethoven, como Brahms son tan poderosos que no hay una sola manera de interpretar su música, hay miles. Al menos a nuestros conciertos vienen muchas personas que no suelen acudir a conciertos de clásica y se enamoran de la música, disfrutan, y eso demuestra que ésta llega a todo el mundo, es popular. Lo que está alrededor de la música clásica es lo que a veces impide llegar a ella.».
«PACO DE LUCÍA ES UNO DE LOS MÚSICOS MÁS GRANDES DE LA HISTORIA. ES UN MOZART DE ESTE SIGLO»
Quizás por ello, Ara Malikian está muy agradecido a muchos de sus profesores pero siente que realmente se liberó como músico cuando se alejó de ellos. «Tuve una época de mucha disciplina en las academias, pero después me di cuenta de que en ellas no te enseñan a desarrollar tu propia personalidad. Los profesores quieren que todos aprendan ciertas obras, aprendan a tocar más o menos bien y luego al lío. Y no te enseñan cómo ser diferente. Un artista tiene que saber utilizar su arte con su propia personalidad, no imitar a los demás. Una vez que pude liberarme, a través de encuentros con amigos de otros países, de otras culturas, con músicos de otros géneros, fue cuando verdaderamente empecé a crecer».
Ese espíritu ha llevado a Malikian a tocar por todo el planeta junto a innumerables músicos de distintos géneros. El concierto de esta noche en Clamores, por ejemplo, es junto al argentino Fernando Egozcue, con el que ha grabado dos discos y con quien mantiene una larga y fértil relación profesional. Como la que le une a José Luis Montón, junto a quien explora la fusión del violín con la guitarra y los ritmos flamencos. En este punto de la charla sale a relucir el nombre del recientemente desaparecido Paco de Lucía. «Por desgracia no llegué a tocar con él. Una vez estuve a punto, me lo propusieron de una manera improvisada, pero yo le tenía demasiado respeto como para tocar cualquier cosa, quería estar preparado así que no quise ir. La figura de Paco de Lucía va más allá del flamenco, es uno de los músicos más grandes de la historia. Es un Mozart de este siglo».
«EL ESCENARIO ES UN LUGAR SAGRADO. EN ÉL TIENES LA RESPONSABILIDAD DE OFRECER AL PÚBLICO ALGO MÁGICO»
Ara Malikian es el arquetipo de artista que se transforma al subir al escenario. En su trato personal se muestra extremadamente amable y tímido, habla muy pausado y con un suave tono de voz. Pero sobre las tablas expone su lado más desenfadado y se convierte en un ciclón sosteniendo un violín, sin parar de moverse de un lado al otro bailando y saltando. Entre tema y tema, presenta el espectáculo con un enorme y personal sentido del humor, arrancando continuamente carcajadas al público.
«El escenario es un lugar sagrado», afirma él. «Da igual si enfrente hay diez, mil o diez mil personas, en el escenario tienes la responsabilidad de ofrecer algo mágico y de divertir a la gente. A algunos músicos no les gusta el término, pero somos ‘entretenedores’, lo queramos o no. Nuestro trabajo es entretener y divertir al público».
Y esa función es la que hace a Malikian amar su profesión, con la que mantiene una relación basada en no dar tregua a la rutina. «Yo como músico siempre tengo que crecer, aprender más, no puedo tocar siempre de la misma manera porque me aburriría en dos semanas. Hay que pensar que lo mejor de uno mismo está por llegar», dice, y asegura que ha sentido lástima al conocer a músicos que viven la profesión sin que les haga feliz. «Eso es triste. Como cualquier historia de amor, la relación con la música hay que cuidarla porque si no todo se va al carajo».
No parece que la rutina sea una amenaza para alguien que declara que se sentirá satisfecho si consigue realizar una mínima parte de los proyectos que tiene en la cabeza, un universo inabarcable que, paradójicamente, cabe en un instrumento tan pequeño como el violín. «Claro que cabe, hombre. El violín tiene unas posibilidades enormes, es uno de los pocos instrumentos que están presentes en todas las culturas del mundo. Se le conoce más en su versión clásica, pero es un instrumento muy travieso, capaz de muchas cosas».
Tan capaz como este vilonista afincado en España desde hace más de 15 años y a quien hace pocos meses se le denegó la nacionalidad. «Hemos vuelto a insistir en este tema, a ver si se resuelve», dice. Pero ya sea con pasaporte libanés o español, el músico seguirá tomando aviones con la ilusión de llevar su música por todo el mundo, entreteniendo y compartiendo su felicidad con el público.
«Es que, ante todo, la música hace feliz». A juzgar por la sonrisa con la que Ara Malikian acompaña tal afirmación, nadie sería capaz de ponerla en duda.
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A mí me ha encantado. Y se me viene a la cabeza un comentario de otro grande: «Todos los jugones sonríen igual…».
Maravilloso post! Mi adoración por Ara Malikian viene ya de largo, pero el entrevistador es otro grande =) Gracias