‘El Drogas’: Un día, una vida

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Aquel día se agotó por completo el merchan. Para tener algo más que ofrecer hubo incluso que recurrir a una partida de camisetas que en principio no se había puesto a la venta pero que, una vez en el mostrador, también voló en cuestión de minutos. A Richard y su gente no les quedó por vender ni una púa. El público se mostró ávido por llevarse a casa un recuerdo de aquel día en el que Enrique Villarreal, ‘El Drogas’, condensó ante 6.000 personas una trayectoria incontestable de la que pocos músicos pueden presumir. Seis horas de concierto, tres escenarios en diferentes formatos y 19 invitados son las cifras generales de lo que ocurrió en Pamplona el pasado 2 de julio. Fue un día nada más pero joder, a la vista de lo sucedido, fue el día.

Chema Doménech

Enrique Villarreal (Pamplona, 1959) pasó media semana siguiente de la cama al sofá. La subida salvaje y la intensidad derrochada en el macroconcierto obligaron a un aterrizaje suave. ‘El Drogas’ y su banda —Brigi Duke a la batería, Eugenio Aristu ‘Flako’ al bajo y Txus Maraví a las guitarras— pulverizaron las expectativas y dieron fe del buen momento que el músico pamplonés vive tras décadas en el filo, en primera línea, al frente de Barricada primero y Txarrena después, proyecto personal renombrado finalmente como ‘El Drogas’, el apodo que lo ha acompañado desde los primeros 80 y que ayudó a cimentar su leyenda. Para la ocasión se quiso arropar por unos invitados de un espectro musical diverso, 19 artistas en total: Fito Cabrales, Carlos Tarque (M Clan), Kutxi Romero (Marea), Luz Casal, Quique González, Rosendo Mercado, Ara Malikian, Leiva, Yosi Domínguez (Los Suaves), Gorka Urbizu (Berri Txarrak), Rulo (Rulo y la contrabanda), Carlos Escobedo (Sôber), Álvaro y Ovidi Tormo (Los Zigarros), Iván Ferreiro, Vito (Sínkope), Julieta Itoiz (La Chula Potra), Brick Paco (Benation) e Ibai (Motxila 21). Días después, algunos de ellos aún seguían hablando del concierto y de la hermandad auspiciada por el rock’n’roll.

A principios de noviembre pasado, apenas cuatro meses después de aquel día –de aquella noche más bien–, una muestra de lo ocurrido en la Ciudadela de Pamplona vio la luz en forma de doble CD + doble DVD y un par de consistentes libretos con fotografías. Una edición cuidada, destinada a preservar en la memoria de los seguidores un acontecimiento musical de altura. La grabación, producida por el inefable Carlos Raya, recoge fundamentalmente emoción y calidad. Las de unos músicos entregadísimos a la causa y las de unas canciones que en sí mismas son pura verdad. Hay poco espacio para el artificio en la música de ‘El Drogas’ y bastante para la realidad, por cruda que resulte. Canciones en pie de guerra de la época de Barricada como Barrio conflictivo, con Kutxi, No hay tregua, con Gorka Urbizu, una magistral Oveja negra con Tarque o una apoteósica En blanco y negro final conviven con otras que reflejan batallas dadas por perdidas. Pertenecen esencialmente a la etapa más reciente de ‘El Drogas’ y a su disco Demasiado tonto en la corteza.

Precisamente este concierto de Pamplona fue el broche final a una gira de tres años con aquel álbum triple donde el primero de sus tres capítulos se llamaba Alzheimer. De él aparece aquí la derrota de Sueños rotos, magnificada por el violín de Ara Malikian; la melancolía de Cordones de mimbre, una canción, según ‘El Drogas’, «para recordar a quienes nos van olvidando y nos cosieron las alas a la vida»; o la fatalidad de En punto muerto con Iván Ferreiro llevándosela hábilmente a su terreno y Collar abandonado, con la interpretación emocionante de un implicado Quique González. Es ésta una canción sencilla en acordes pero brutal de principio a fin, un latigazo de realidad que estremecerá a cualquiera a quien la cruel enfermedad le haya tocado de cerca («Inmensa la espera cuando se quiere morir» es un verso de una lucidez devastadora, en línea con el resto de esta letra hermosa y terrible).

Confesaré que llevo semanas enganchado a este disco (hace unos días me descubrí grabando con el móvil a Sofía —tres años— cantando Oveja negra mientras íbamos al colegio).  Pero la fijación se justifica por la brillantez de determinados momentos, como ese inmenso Frío del recordado Manolo Tena y su Alarma!!! interpretado por Fito, Tarque y Rosendo junto al anfitrión de la noche; o esa chulesca La hora del carnaval con los hermanos Tormo, o el No hay tregua con Gorka Urbizu que remite directamente a una madrugada en la plaza de un pueblo en fiestas, al mini de DYC-Cola en el capó de un coche, a las risas con los amigos que han estado desde siempre.

Merece la pena guardar en casa esta edición y tenerla a mano. Da fe de algo inusual en estos tiempos: el triunfo de la honestidad. La defendida por una magnífica banda de rock’n’roll y una representación de músicos que se profesan respeto y admiración mutuos, algo que se vislumbra con nitidez en el documental que se incluye en el álbum. Aquel día en su ciudad natal, ante sus paisanos, Enrique Villarreal ‘El Drogas’ recogió la cosecha de años de siembra. Fue un día nada más, pero pasó por él toda la vida.

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