Quique González. Certezas que hieren, canciones que redimen

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Cuando llegamos al valle son más de las tres de la tarde. Es un viernes de principios de septiembre y Quique González nos espera en su casa, cercana a Villacarriedo, en la que pasaremos los próximos tres días. Estamos hambrientos, pero cuando nos disponemos a salir a comer es la ansiedad la que nos devora a nosotros: «¿Escuchamos antes el disco?». ¡Joder!, claro. Abrimos unas cervezas mientras el músico se acerca al ordenador, en cuyo disco duro guarda la mezcla final del álbum grabado en Tarragona, en el estudio La Casa Murada. Difícil encontrar una definición más gráfica de la satisfacción que la expresión que en este momento se asoma al rostro del rockero madrileño afincado en Cantabria. Hemos dejado la puerta entreabierta y en cuanto comienzan a sonar en los monitores del estudio los acordes iniciales del primer tema entra Kima como un ciclón y se abalanza sobre su dueño. «Esta se llama Detectives», dice Quique en tono de confidencia, mientras se funde en carantoñas con su perra. Zafándose un momento de los lametones confiesa a continuación que ha decidido bautizar así a la banda, de manera que cuando salga el disco dentro de unos meses lo hará anunciado como ‘Quique González y Los Detectives’.

Durante los próximos 40 minutos sólo se escuchará la música, salpicada cada poco por exclamaciones entrecortadas que expresan admiración, sorpresa o emoción contenidas. Cuando las 10 canciones que componen el trabajo han dejado de sonar, se produce un silencio espontáneo, que precede a una efusiva demostración de alegría. Aún volveremos a escuchar este Me mata si me necesitas del tirón una vez más antes de salir definitivamente con dirección al restaurante Las Piscinas de Villacarriedo. Al llegar sale a recibirnos Fonso, íntimo amigo del músico y su mayor apoyo en estos valles de belleza casi insultante. Él fue la primera persona en escuchar el nuevo trabajo del artista, al margen de los músicos que lo grabaron, y desde entonces no ha dejado de sonar en su coche. En el encuentro hay abrazos, risas, amistad sincera. Fonso pregunta qué nos apetece comer. «¿Qué tenemos hoy?», contraataca Quique González. Al jovial dueño de Las Piscinas pocas veces se las ponen tan en bandeja: «¿Que qué tenemos hoy? ¡Tenemos el mejor puto disco, Quique!».

Chema Doménech  Fotos: Fernando Maquieira

Villacarriedo y los valles pasiegos vuelven a reclamar su cuota de protagonismo en el nuevo trabajo de Quique González. Fue aquí en su casa de la colina donde a comienzos de verano el rockero reunió a su banda, a Los Detectives, para engrasar las canciones pocos días antes de viajar a Tarragona y encerrarse durante dos semanas en el estudio. También aquí se alumbraron algunas de esas canciones, y otras se alimentaron de esta tierra y de sus gentes, de sus historias cotidianas, del fluir de la vida en el valle. La casa de mis padres, por ejemplo, esa bomba emocional que cierra este décimo álbum de Quique González, contiene palabras pronunciadas en Villacarriedo por una niña (la hija de Fonso) que el músico hizo suyas para envolverlas como un regalo y dirigirlas hacia Madrid, al hogar donde él mismo fue un crío, ahora definitivamente vacío. La canción está tan impregnada de realidad que efectivamente nació bajo la luna de la pasada semana santa, mientras el rockero limpiaba el tejado de su casa cántabra y rumiaba el sentimiento de culpa por no encontrarse en otro lugar, donde se requería su presencia. La puta culpa. La vida pasando la factura. Harto de esa sensación de congoja, bajó y se puso a escribir. «Necesito luz en la última curva para vivir como me dé la gana». Así termina esta letra sobrecogedora que le brotó del pecho a borbotones, como brota la sangre de la herida. En este caso, una herida limpia provocada por el cuchillo de la certeza: «Bienvenido al club, nadie te apura en la basura de las horas muertas». Tiene razón, ya nadie nos apura.

El fallecimiento de su padre, ocurrido mientras escribía esta colección de canciones, planea sobre todo el trabajo y, sin embargo, pocas veces el compositor ha facturado un disco tan luminoso como Me mata si me necesitas. Se diría que, abocado a descender a los rincones emocionales más oscuros, decidió pertrecharse de luz. Él mismo lo confiesa en Detectives, el primer tema del álbum y donde ya se muestra a sí mismo sin pudor: «En realidad sufres y lo quieres investigar. Sabes cómo duele pero quieres un poco más».

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Quique González grabó el disco a comienzos del verano pasado y desde entonces se ha dedicado a descansar tras la intensidad de las giras de Delantera Mítica y Carta Blanca, y a disfrutar de la tranquilidad que reina en el valle, que hace años convirtió en su hogar. También a paladear el trabajo que sabe bien hecho, y a fantasear con todo lo que está por venir. Apasionado de la parafernalia que rodea a los detectives, puede pasar horas engullendo series televisivas, leyendo novelas policíacas o visionando películas de Melville en versión original. Se imagina una gira en la que los músicos aparezcan disfrazados y cada uno luciendo un apodo y desempeñando un rol. Edu Ortega (violín, guitarra, mandolina…), Pepo López (guitarras, dobro…), Alejandro Climent (bajo), Edu Olmedo (batería) y Ricky Falkner (teclados y bajo) son los «detectives» que han resuelto este caso en forma de disco. Todos a excepción de Falkner, que ha sido el productor del álbum y cuyo lugar en el escenario estará ocupado por David Chuches Schulthess, forman la banda que girará con Quique González a partir de abril. «Cuando te dedicas a esto lo que quieres es tener tu propia banda, sentirte parte de un grupo», dice él, sabiendo que ya tiene lo que quería.

En su retiro cántabro lo acompañan su fiel Kima y Dallas, la última en llegar, a la que encontró hace unos meses perdida a las puertas de un bar. Nadie la reclamó y ahora ya nadie podría separarla del artista, que ha tenido que alzar medio metro el vallado que rodea su terreno para que el animal no lo salte cada vez que divisa la furgoneta de su dueño aproximarse por la carretera. «Es amor verdadero», dice el músico sobre la relación con sus perras, que han terminado protagonizando el videoclip del primer single del disco, Se estrechan en el corazón. Otro ejemplo, por cierto, de cómo prender fuego a la angustia, algo que vuelve a hacer en Sangre en el marcador.

«Amor verdadero», repite el rockero con una mueca cercana a la sonrisa. Ese que a veces creemos encontrar y que, por un momento, nos hace pensar que puede ocurrir algo grande. Lo escribe en Cerdeña, una canción que musicalmente remite a Delantera mítica y que comparte con ella hondura emocional. Si antes abordó el concepto de la amistad, ahora lo hace con el del amor de pareja, inspirándose en una relación importante que también llena de luz algunos fragmentos del álbum. Una relación que fue «música por encima de la música». Y decimos fue porque ya no es, y esa devastación que deja el amor cuando ha pasado encuentra acomodo en canciones como Ahora piensas rápido y, sobre todo, Orquídeas. «No pueden destrozar mi amor, convertir aquella euforia en ira», afirma en ella el rockero como para convencerse a sí mismo. Aunque en realidad sabe que sí, que sí pueden. Que sí pudieron.

El punto pop y desenfadado de Me mata si me necesitas se encuentra en Charo, tema protagonizado por la increíble voz de Caroline de Juan, Nina, vocalista de la banda Morgan. Aquí sale a relucir el Quique González más peliculero, ese al que le hubiera gustado tener una novia llamada Charo. El mismo que juega a ser un héroe en las canciones y sueña con salvar y ser salvado por la chica. El que pide un ron-cola, una servilleta y un boli en el bar de su amigo Nando ‘Sombras’ y a continuación inmortaliza el momento en unos versos: «Trabajo en el Shadows, escucho a los Kinks».

No es esa la única referencia musical que escuchamos en las letras de este trabajo. Relámpago, una canción fulgurante como su título, habla de The Band y del cd de El último vals. Normal en un tipo enfermo de música, que cuando está en casa con amigos propone jugar a que cada uno vaya pinchando en el Spotify la que le apetezca escuchar. Por eso siempre hay canciones que redimen en esta parte del valle, donde las vacas que pastan cerca se han acostumbrado a escuchar a Dawes, a Nick Lowe, a Solomon Burke, a Keith Richards, a Dylan, por supuesto, y a los centenares de músicos que pueblan el universo personal de Quique González. Un mundo propio en el que el músico ha aprendido a volar con sus propias alas, libre de ataduras, y donde le matan si le necesitan.

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Este trabajo es definitivamente la constatación del dulce momento profesional que vive su autor. Madurez dirán algunos, quizás; de plenitud hablarán, tal vez, otros. Es, simplemente, el fruto de la insistencia, de la ambición en superarse y de aferrarse a la música sabiendo que va la vida en ello. Cuenta alguien que estuvo allí que, al terminar la grabación del disco, los músicos lo escucharon de forma ininterrumpida en el estudio. Después de sonar la última nota de La casa de mis padres todos quedaron impresionados, intercambiando silenciosas miradas cómplices. Como policías recién llegados a la escena del crimen ante el cuerpo del delito. Esos músicos entregados a la causa vivieron la grabación con grandes dosis de entusiasmo y emoción, algo que también puede escucharse en el disco. Porque, al margen de la riqueza estilística que despliega el autor a la hora de escribir, manejando metáforas con la naturalidad de quien se fuma un chester en la puerta del bar, estas canciones están engrandecidas y bendecidas por la música. La que interpreta una banda liderada en momentos inolvidables por el violín de Edu Ortega que acoge la mejor tradición del folk y el rock americano. Y sin embargo, Quique González no tuvo que viajar esta vez hasta Nashville para encontrar el sonido con el que soñaba. En esta ocasión lo tenía cerca, en realidad lo tuvo a su lado sobre el escenario durante meses, los que duró la gira de su disco anterior. Tan sólo había que investigarlo.

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4 comentarios sobre “Quique González. Certezas que hieren, canciones que redimen

  1. Pelos como escarpias Chema… Que ganas tengo de escuchar el disco y poder verlos en directo en esta gira… Gracias por compartir tus emociones con nosotros… Un placer y un lujo, como siempre…

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