EL MÚSICO PRESENTA EL LIBRO CANCIONES PARA ENMARCAR

Cierto día don Julio de Urrutia, periodista y escritor, se presentó en su casa madrileña del barrio de Goya con un tocadiscos portátil bajo el brazo. Fue un hecho muy celebrado por sus seis hijos, que a partir de entonces instauraron la costumbre de pasar muchas tardes, especialmente las de domingo, escuchando los discos de vinilo que solía conseguir Gonzalo, el mayor de los hermanos. Sin embargo fue el más pequeño, Jaime, quien vería en aquellas portadas que reflejaban a los Beatles, a Nino Bravo, a los Kinks o a Antonio Molina el inicio de un camino que lo conduciría a él mismo a aparecer en ellas años más tarde, como líder de un influyente grupo llamado Gabinete Caligari. Ahora, Jaime Urrutia ha mirado atrás para recuperar aquellas canciones que marcaron su infancia y juventud y lo formaron como músico y también como persona, y las ha reunido en el libro Canciones para enmarcar (Larousse). Una auténtica biografía sentimental que documenta un periodo de enorme trascendencia musical.
Chema Doménech Fotografías: JS Matilla
A Jaime Urrutia no le interesa demasiado la música actual. Aunque no la desdeña y reconoce que hay autores e intérpretes de mucha calidad –«siempre los habrá», asegura– echa de menos la capacidad de epatar, como él dice, de sorprender, de transgredir y de impulsar cambios sociales que tuvo la música que se hizo aproximadamente desde mediados de los 60 hasta finales de los 80 del pasado siglo XX. Si bien no se considera nostálgico, las melodías y letras que definen su existencia se escribieron en un pasado cada vez más lejano, un tiempo pretérito al que ha vuelto para instalarse durante unos meses, los que ha tardado en dar forma a este libro, el primero que publica.
En él, el escritor de canciones da el paso de escribir sobre ellas, aportando datos históricos, situándolas en su contexto y desvelando las íntimas emociones que le provocan. Por sus más de 200 páginas desfilan todo tipo de artistas y estilos, de Camarón a Dylan, del pasodoble al punk. Así hasta 56 canciones memorables, tres horas y ocho minutos de música que han pasado a la historia. Para hablar de ello Jaime Urrutia nos citó en una taberna de la que es cliente habitual, tanto que a veces la utiliza casi como oficina. Un bar que, naturalmente, resultó un grato lugar para conversar.
Este es un libro para leer con el Spotify a mano… Pues sí, mira el otro día estuve en Sevilla con un amigo que me dijo precisamente eso, que se lo estaba leyendo con el Spotify. Incluso en Larousse, la editorial, habían pensado en hacer una lista con todas las canciones. Sí, es un libro muy para eso, para escuchar la música según lo lees, porque hay muchas referencias.
¿De dónde viene la idea de reunir estas canciones en un libro? Hace años fui a la cadena Ser a hacer una entrevista con Gemma Nierga, y cuando acabamos me dijo que tenía una voz muy radiofónica. Me sugirió hacer una sección en su programa, La Ventana, hablando de mis canciones favoritas, y comencé a hacerla con Ariel Rot. Estuvimos durante cinco temporadas. En diciembre pasado me llamaron de Larousse porque les gustaba la sección y pensaron trasladarla a un libro, y así surgió. Casi todas las canciones que incluyo son las que ponía en la radio y las comentaba con Gemma y Ariel.
Al leerlo queda claro que se trata de una biografía sentimental, que estás contando tu vida, o al menos de dónde vienes, a través de canciones. Sí, esa era la idea. En el libro hablo bastante de grupos de mi época, de Derribos Arias, de Radio Futura, de Parálisis Permanente… De cosas que me tocan muy de cerca porque las viví, y que creo que está muy bien contarlas para darle un toque personal.
Hay también una mirada muy centrada en la niñez. Da la sensación de que tuviste una infancia feliz… Es cierto, guardo un recuerdo feliz de la infancia, sobre todo a través de la música. Tuve la suerte de tener muchos hermanos y el mayor, Gonzalo, traía discos a casa sin parar. Después me confesó que algunos los robaba con sus amigos en los grandes almacenes (risas). Y sí, tengo el recuerdo muy bonito de los domingos en casa todos los hermanos escuchándolos. También había una guitarra por ahí, de mi hermana que daba clases, y así empecé yo a tocarla. Rememoro todo eso con cariño.
¿Sigues conservando esos discos? Sí, conservo muchos, al ser yo el más aficionado me quedé con buena parte de la colección que había en casa. Por ejemplo tengo bastantes singles y Eps, de los Kinks, de Simon & Garfunkel, de los Beatles, de Serrat, de música latinoamericana… Aunque esa afición de coleccionar y comprar discos ya se me fue, ahora apenas compro nada.
¿Por qué? ¿No te interesa la música que se hace ahora? La sigo bastante menos. Creo que ahora hay mucha buena música, pero lo que no hay son grupos y artistas que marquen tanto como lo hicieron algunos en los 70 y los 80.
Canciones para enmarcar es una lista de canciones y, como tal, has tenido que seleccionar. ¿Cuál ha sido el criterio para ello? Hombre, la primera premisa es que todas tenían que ser buenas canciones. Y en segundo lugar que me tocaran la fibra. He querido darle unidad al libro, por eso me he centrado en una época que abarca mi infancia, adolescencia y juventud. La canción más moderna que incluyo es Dulce condena, de Los Rodríguez, que es un grupo que me tocó muchísimo. El libro es un compendio de la música que me marcó hasta que yo ya tiré para arriba como músico.
Hay ausencias llamativas, por ejemplo no están Springsteen, Led Zeppelin, Neil Young, Hendrix… Aunque me gustan muchas cosas que han hecho, no he sido muy fan de todos esos artistas, excepto de Neil Young, de él sí podría haber incluido una canción. También quise incluir Puente sobre aguas turbulentas, de Simon & Garfunkel, y al final no entró. Digamos que la editorial cuando tuvo suficiente material me dijo que ya estaba, pero claro, yo podría haber seguido escribiendo.
En su mayoría son canciones accesibles al público, de artistas conocidos. ¿Has evitado ir de erudito? Creo que una de las cosas buenas que tiene el libro es esa, que son canciones y artistas bastantes conocidos. Lo cual quiere decir que la calidad no está reñida con el éxito, lo bueno no tiene por qué no tener reconocimiento. En su día, el 90 por ciento de estas canciones sonaron en la radio y fueron éxitos.
Igual que ahora, ¿no? (Risas). Yo sólo escucho cadenas especializadas, porque pones la radio general, las radiofórmulas, y macho, es que la música que ponen es para descerebrados, se escuchan unas mierdas acojonantes. Ahora hay gente con talento y siempre la habrá, pero otra cosa es cómo se vende la música.
En este sentido, en el libro afirmas que los Clash fueron la última banda de rock transgresora y trascendente. Es lo que pienso. Con todos los respetos, a mí U2, que es una buena banda, no me dice nada nuevo. Los Clash nacieron del punk y se metieron con el sistema, para mí fueron el último grupo de rock transgresor, con capacidad de epatar, los últimos que dieron la cara y dijeron ‘aquí estamos nosotros’. Después, el sistema se ha tragado todo.
Precisamente escribes que te consideras punk, y reconoces como cierta esa historia de los comienzos de Gabinete Caligari cuando os presentasteis como nazis… Sí, yo soy del 58 y fue lo que me tocó vivir con 20 años. Aunque nunca me pusiera cresta, siempre me he considerado punk. Yo creo que la Movida madrileña tuvo un componente de eso, había que tocar las pelotas de cualquier forma. Gabinete en sus inicios fuimos provocadores, eso de los nazis lo cuento en el libro para que la gente ya me deje de preguntar. Me gustó pertenecer a esa época, aunque musicalmente tomamos otros derroteros. Camino Soria no tiene nada de punk, pero nombrar a Bécquer o a Machado también era una forma de desmarcarse, nos daba personalidad.
A la hora de escribir sobre ella, ¿con cuál de las canciones has disfrutado más? Me lo pasé muy bien escribiendo por ejemplo sobre Parálisis Permanente, porque lo viví. Ahí cuento cómo fue el primer disco independiente de Gabinete, que lo sacamos con ellos por idea de Eduardo Benavente. Me puse a escribir y me vino el recuerdo de cómo se hizo ese disco, que fue una labor de chavales con toda la ilusión de comerse el mundo. Así nació el sello Tres Cipreses, que hoy en día sigue siendo una marca de Warner. Recuerdo el día que fuimos a la estación de Chamartín a recoger los discos, y luego a empaquetarlos. Un año después había un montón de compañías independientes.
También cuentas cómo te han influido Keith Richards o Bob Dylan, por ejemplo, en tu forma de tocar la guitarra. Sí, adoro a los Stones de la primera época, de los 60 y 70. Yo toco la guitarra rítmica y aprendí mucho de ponerme sus discos en casa y repetir machaconamente acordes, me marcaron mucho. Y sobre Dylan, yo era compañero de clase de Eugenio Haro Ibars, hijo del periodista y escritor Eduardo Haro Tecglen. Una familia muy liberal, el padre estaba suscrito a Playboy en los 70, ¿tú sabes lo que era eso? A Eugenio le gustaba mucho Bob Dylan y un verano le dieron clases de cómo éste tocaba la guitarra. Eugenio me enseñó a mí y me marcó bastante. Por ejemplo, Cuatro Rosas, el tema de Gabinete, está tocada así, atacando las cuerdas graves como hacía Dylan.
No has incluido en el libro ninguna canción de Gabinete, por cierto. Claro, es lógico. Lo he hecho por pudor y porque quise reunir canciones que a mí me marcaron para crecer como músico y compositor. Si alguien quiere saber algo sobre las canciones de Gabinete, que me lo pregunte en alguna entrevista.
Pues venga: ¿Qué canción de Gabinete hubieras elegido para el libro? Creo que el público no se equivoca. Camino Soria, Cuatro Rosas, Suite Nupcial… Son canciones que tuvieron mucho éxito y que creo que están muy bien acabadas. Modestia aparte, pienso que Gabinete tenía un buen repertorio, algunas canciones se convirtieron en clásicos.
Permíteme terminar la entrevista con una cuestión personal. Siendo adolescente, se me clavó una canción incluida en el disco Camino Soria, que fue La fuerza de la costumbre. Sin ser la más conocida, diría que es mi canción de Gabinete. ¿Cómo la describirías? Pues mira, la base yo creo que se parece un poco a Springsteen, un rock a medio tiempo. Fue una canción que creció mucho en el estudio, el productor Jesús Gómez la entendió muy bien. Fuimos metiendo acústicas, la batería muy fuerte también… Y la letra me gusta mucho. Todo el disco Camino Soria está muy marcado porque a mí me había dejado una chica, y estaba dolido y muy jodido. Muchas letras del disco salen de ahí, y La fuerza de la costumbre es quizás la que más cuenta todo eso. Hay una parte que dice “y si un día vuelves a llamar te vas a desilusionar. Vivo con la costumbre de no quererte nunca más”. Eso era un mensaje directo a esa chica, de decir, ‘a ver la cara de esta hija de puta cuando escuche esto’ (risas). Es una canción que me gusta mucho y que quiero recuperar, pero tendría que bajarla un par de tonos al menos, porque subía muy arriba. Con esa canción me rompí la voz algunas veces.
¿Y qué es más difícil, escribir una canción como esa o un libro como el que estás presentando? Es mucho más difícil escribir canciones. Para escribir este libro tenía una base, pero las canciones surgen de la nada, nadie sabe de dónde vienen.
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Madre mía, la cantidad de veces que pude llamar Jaime a un hermano suyo que se parecía mucho a él, (no sé si era gemelo). Siempre me lo encontraba en el mismo bar del barrio y le dábamos unas brasas increíbles al hombre, envalentonados por nuestro estado etílico. Qué paciencia tenía el hombre… He echado de menos quiizá alguna mención a su «Patente de corso».
Lo cierto es que en esta entrevista ha habido que sintetizar mucho porque la charla fue larga. Es verdad que ‘Patente de corso’ es un gran disco, con canciones para enmarcar como ‘Mentiras’ o ‘¿Dónde estás?’. ¡Muchas gracias por el comentario!
Gracias por la lista spotify, con la 57 incluída.
Un placer 😉
Sin duda una interesantísima entrevista