Aparco la moto y echo un vistazo a la entrada del Café Comercial, en la Glorieta de Bilbao, en Madrid. Llego con antelación a la cita, así que barajo la idea de acercarme un momento hasta la placita dedicada a Antonio Vega en plena Malasaña, a tiro de piedra. Sin embargo, decido que aún es pronto para visitar el pasado. Más tarde habrá que hacerlo, eso seguro, pero lo que me ha traído hasta aquí esta mañana de sábado es el presente, el de un músico que, curiosamente, aparece en una vieja Vespa restaurada de los años 70 y trae en la mochila un disco que todavía no ha empezado a distribuir en las tiendas. Definitivamente, hoy visitaremos el pasado, el presente y el futuro, me digo mientras me acerco a saludar a un sonriente Basilio Martí.
Él llega contento. Por la mañana ha impartido una charla en un colegio para chavales con alto coeficiente intelectual y le ha encantado la experiencia. Mientras nos acomodamos en el salón del bullicioso café, lleno a estas horas, y pedimos un par de cervezas, me pregunto si esos chicos tan listos sabrán lo que Basilio Martí representa para la música española reciente. Tal vez algunos lo sepan, o quizás la charla de hoy haya animado a otros a indagar en la impresionante trayectoria de este músico cuya maestría ha quedado registrada en algunos de los más importantes discos del pop rock nacional editados en los últimos años.
Basilio ha trabajado “con toda la fauna”, como él dice. De sus queridos Hombres G a Marta Sánchez; de Malú a Manolo García; de Quique González a Mercedes Ferrer. Y, por supuesto, Antonio. Imposible desligar la figura de Antonio Vega de la de quien durante 20 años ejerció junto a él de pianista, de director musical, de apoyo, de cómplice, de amigo incondicional y, a veces, también de sparring (en sentido figurado, claro, aunque Basilio es un amante del boxeo, deporte que practica desde hace dos décadas).
El nombre de Antonio Vega figura por ello en el primer lugar de los agradecimientos del disco que Basilio acaba de publicar, el primero que edita en solitario con su nombre real. Se llama Lapsus y es un álbum formado por 12 temas instrumentales en la órbita del jazz con concesiones al pop, al funky y al rock. Precisamente incluye un largo solo de guitarra grabado por Antonio Vega poco antes de morir (en El idiota II) y un tema basado en una idea que el desaparecido músico tenía para su siguiente disco. De esta manera, la preciosa Sin palabras, que iba a ser una canción pop, finalmente ve la luz en forma de balada interpretada únicamente al piano, «el instrumento rey», según Basilio.
“Es verdad que no tengo muchas palabras para definir el disco”, asegura. “A mí me gusta mucho el jazz, lo he estudiado, lo he tocado, pero no me considero un jazzman para nada. He utilizado como base de grabación el formato jazzístico clásico, piano, contrabajo y batería, porque me gusta y es muy acústico, pero luego los temas en su conjunto no forman un disco de jazz. Simplemente es música moderna tocada en ese formato”.
Lapsus es también un intento de transmitir emociones y contar historias sin palabras, sólo con música. «Casi todos los temas surgen de pequeñas improvisaciones que después se trabajan ‘en el laboratorio’ y se convierten en historias. Si el disco fuera un libro, cada tema sería un cuento, sería un libro de cuentos. Cuanto más lo escucho más me gusta esta idea porque creo que el álbum tiene cierto poder narrativo», dice su autor.
La ‘huída’ a Nueva York
De alguna manera, Lapsus también nació en Nueva York, ciudad en la que Basilio se refugió durante unos meses del año pasado. Se fue por una necesidad de cambio, de reiniciarse profesionalmente. Vendió una preciosa Ducati y unos teclados y se plantó en la ciudad de los rascacielos solo, sin conocer a nadie. «Me fui porque estaba un poco tristón en Madrid, no pasaba nada, estaba todo muy parado. Se había muerto Antonio y yo tenía que cambiar de esquemas vitales después de tantos años tocando con él. Me alquilé una habitación en una casa compartida con 10 personas en Brooklyn, como si tuviera 20 años, y me apunté a un par de cursos de improvisación. Me dio un poco de pereza al principio porque ya no soy un niño, pero me rejuveneció mucho la experiencia», cuenta.
Incluso acabó haciendo algunos conciertos allí, por eso cree que parte de su disco es de Nueva York, y esa es la razón por la que algunos temas de Lapsus están titulados en inglés. «Puede parecer un tópico, pero es que allí la música está en la calle. Estás esperando en un semáforo y pasa un coche conducido por un negro enorme con unas bases de rap acojonantes atronando en los bafles, que llegas a casa y las tienes grabadas en el cerebro. También hay muchas oportunidades de tocar, hay mucho trabajo, aunque tienes que ganar muchísimo dinero para salir adelante. En Nueva York hay miles de salas y se toca a diario, todavía se puede malvivir de la música. Aquí ni eso».
Basilio recuerda entonces los años felices en los que la industria musical española era un negocio boyante. «Había muchísimo curro, al menos yo no daba abasto. Tocaba con muchísimos artistas, aunque siempre di preferencia a Antonio. En 20 años sólo le fallé en un par de conciertos. Más de una vez dejé colgado a otro artista por irme con él, pero me parecía lo justo. Siempre me sentí en deuda con Antonio porque fue quien me abrió las puertas de la música de par en par».
El recuerdo de Antonio Vega
En este punto, la conversación se traslada durante unos minutos a ese pasado anunciado desde el principio e ineludible a la hora de repasar la carrera de Basilio Martí. Y surge la pregunta inevitable, y la respuesta correspondiente: «Claro que echo muchísimo de menos a Antonio Vega. Conocerle fue lo más importante que ha pasado en mi vida musical. Si Antonio no se hubiera cruzado en mi camino a lo mejor yo hubiera seguido siendo periodista (es la profesión que Basilio tenía antes de dedicarse profesionalmente a la música, N. del R.). Él me abrió las puertas a todo un mundo profesional cuando yo tenía 20 años, el tío confió en mí y en un mes pasé de estar trabajando en un periódico a estar en Suiza tocando en un gran festival con Status Quo o con Nina Hagen. Poca gente tiene esa oportunidad y él me la dio».

De sus largos años junto al genio, Basilio acumula toneladas de recuerdos y anécdotas de todo pelaje. «Para mí Antonio fue como un hermano, a veces problemático, porque tenía una vida complicada, pero yo lo quería con locura y lo pasábamos muy bien. Tocar con él era una pasada. Tenía un carisma bestial, y en los conciertos de los últimos años aprendió a manejar ese carisma. Algunas noches más que conciertos aquello parecían cultos casi religiosos, la gente le rendía un respeto reverencial y creo que a él le gustaba. La industria quizás no se portó muy bien con él, aunque Antonio también era un problemón con patas, porque artísticamente era un genio pero logísticamente un desastre. Los contratos, los plazos de entrega de los discos… Era muy caótico para esos aspectos. Toda su vida quiso cruzar el charco para hacer una gira, que hubiera sido la hostia; dejó a miles de personas en Latinoamérica con las ganas de verle, pero para él viajar era un movidón. Tenía problemas de logística. Pienso que Antonio Vega podría haber sido una estrella del rock con mayúsculas, a nivel internacional, pero tampoco iba en su carácter. Era un tío intimista y las distancias cortas eran lo suyo. Él estaba más a gusto tocando su guitarra en Clamores que en un estadio».
Quique González, en lo alto de las listas
«Tengo unos recuerdos geniales de esos 20 años con Antonio y nunca lo voy a olvidar, pero hay que pasar página también. Está todo bien como está», dice Basilio tras relatar algunas de esas vivencias de carácter más íntimo y volviendo así a un presente en el que es protagonista otro músico a quien conoce muy bien.
«Me encanta que Quique González sea el tío que más discos ha vendido esta semana», afirma espontáneamente quien fuera uno de los mentores del rockero madrileño que saborea estos días el éxito de su Delantera mítica. Porque Basilio Martí fue quien, junto a Nacho Béjar, grabó a Quique sus primeras maquetas.
«Yo creo que aún debe estar el casete por casa, lo tengo que buscar. Tenía un tema que se llamaba La botella«, recuerda Basilio. Para él, el triunfo de Quique es el fruto del trabajo bien hecho. «Nunca pensé que Quique González fuera a ser número uno en ventas, pero me alegro mogollón, es una buena noticia para la música. Yo me comí su primera época, que fue dura. Recuerdo cogiendo trenes cargado con el hammond, para arriba y para abajo, no había un duro y nos lo currábamos mucho. Estábamos Carlos (Raya), Jacob (Reguilón) y Toni (Jurado), y era la hora de poner ladrillos de verdad. Ahora Quique está recogiendo los frutos y es una manera muy bonita de darse cuenta de que el trabajo sirve para algo. Me alegro de que pueda grabar en EEUU y tener la talla que tiene Quique ahora mismo haciendo lo que él hace, que no es nada más que lo que quiere hacer. Tocar con él fue una de las épocas más bonitas de mi vida».
Marazu, el triunfo anunciado

La conversación va llegando a su fin y es hora de abordar el futuro. En él aparece otro artista tocado por el don de los elegidos: el abulense Jorge Marazu a quien Basilio Martí ha producido su primer disco, La colección de relojes. «Siempre he creído en él», asegura. «Me parece un tío muy peculiar, que hace unas canciones buenísimas y como cantante es perfecto. Yo sé que al final va a triunfar, pero le va a costar trabajo. Hace unos años su evolución habría sido más rápida. Antes había más golpes de suerte, todo iba más deprisa. Y si no ibas a triunfar también lo veías antes, porque cualquier compañía te sacaba dos discos y si no funcionabas te daban la carta de libertad». En este sentido, asegura que las cosas han cambiado mucho en poco tiempo. «Hoy en día el artista tiene que hacer de todo, sus facturas, su empresa, sus redes sociales, su facebook, casi tiene que hacerse él mismo las entrevistas… Antes no era así, el artista se dedicaba a hacer arte y lo demás lo hacían otras personas. Muchos se van a perder por este motivo».
Proyectos
No es su caso. Basilio ya tiene una sólida carrera a sus espaldas y muchos proyectos por delante. El primero pasa por llevar Lapsus al mayor número de escenarios posible. De momento ya ha cerrado fecha para la presentación oficial en la Sala Clamores, que tendrá lugar el próximo 22 de mayo, y está negociando algunos festivales. También seguirá haciendo música para cine y televisión, algo a lo que se está dedicando en los últimos años, y ya trabaja en bocetos musicales sobre los guiones de dos largometrajes que comenzarán a rodarse próximamente.
«Hay otro proyecto en el que estoy trabajando y que quiero presentar el año que viene sobre la película ‘Nosferatu’, de 1922. Estoy componiendo una banda sonora electrónica y rockera, y la intención es montar un espectáculo en el que se proyectará la peli mientras un grupo interpreta esa música en directo. La idea es fusionar la música más vanguardista y cañera con una película de hace casi cien años. Ya estoy haciendo bocetos y hablando con productores. Estoy muy contento, va a ser impactante. En el cine mudo no hay silencios, sería una hora y media de música continua, además una música potente, que te tire para atrás. Después me gustaría hacer un disco con eso», cuenta Basilio, que afirma que la muerte de Antonio Vega lo obligó a reinventarse profesionalmente. «Es normal, porque Antonio era mi trabajo principal. Ahora no está y por supuesto mi actividad se resiente. Pero bueno, también puedo dedicar más tiempo a mi disco, a mis proyectos, y a hacer cosas que me apetecen».
Hace rato que las copas de cerveza están vacías y la grabadora apagada, así que llega la hora de despedirnos. Salimos a la calle y nos acercamos a las motos. Aún queda tiempo para la última anécdota protagonizada por Antonio, que fue un gran aficionado a las dos ruedas. Basilio sonríe recordando al amigo. Pienso entonces en lo que nos ocurre cuando lo que creíamos seguro se desvanece, en lo que queda cuando la canción se acaba. Antes, al preguntarle el por qué del título del disco, Basilio se ha referido a los fallos momentáneos. «Al fin y al cabo eso es un lapsus, un error. A veces creemos que las cosas están bien pero, ¿y si no es así? ¿Y si todo no fuera más que un fallo?», ha dicho.
«No lo creo, Basilio. No creo que tu disco, que tu música, que tus proyectos sean ningún lapsus», susurro mientras observo alejarse en su vieja Vespa a uno de los músicos esenciales en el pop rock nacional de los últimos 20 años. Antes de subirme a la moto decido por fin acercarme a la placita de Antonio Vega, escuchando Sin palabras en los auriculares. En tan corto trayecto y con el único sonido del piano alcanzo a visitar el presente, el pasado y el futuro.
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