Estaba a punto de terminar el concierto de Steve Earle en el Huercasa Country Festival cuando el contestatario rockero nacido hace 63 años en Virginia comenzó a arpegiar en su guitarra acústica los acordes iniciales de Chritsmas in Washington, que abre su disco El Corazón. Después se acercó al micrófono, dio las gracias al público y, sobre esas notas sonando en círculos, construyó un emotivo discurso que convirtió en una declaración de amor a la música tan humilde, tan rotunda, tan radicalmente honesta, que terminó de encoger el mismo corazón a los varios miles de personas que llevaban hora y media escuchándolo cantar en el campo de fútbol de Riaza, en Segovia, donde se celebra desde hace cinco años este precioso festival. «Lo que hago es cantar porque creo realmente que la música puede cambiar el mundo», dijo el viejo Steve, quien aseguró haber recorrido EEUU de arriba a abajo encontrando siempre a gente que se le acercaba para decirle que sus canciones le habían cambiado la vida porque le habían cambiado la mente. Y por eso él sigue y seguirá cantando, igual que antes lo hicieron Woody Guthrie y otros músicos reivindicativos que soñaban con algo mejor, «con cientos de voces entonando juntas una misma canción».
Chema Doménech Fotografías: Juanlu Vela
En realidad, el Huercasa Country Festival (HCF) es en sí mismo todo un alegato de amor por la música. Lo es porque nació de la pasión por ella de un hombre, Félix Moracho, presidente de Huercasa, la empresa que organiza el festival y cuyos empleados han hecho suyo el empeño de su jefe por convertir Riaza en un referente de la música americana en España y para ello no escatiman esfuerzos. Lo es porque en este festival todo está cuidado al detalle, desde la incontestable selección de artistas (el director musical es el periodista de Radio 3 Manolo Fernández, toda una institución en sonido americano) hasta el mimo con que la organización se ocupa del bienestar del público que vive este evento en un ambiente de buen rollo y respeto máximos, los mismos con que es tratado. Así, aquí no encontramos largas colas de acceso al recinto, ni WC sucios, ni gente abriéndose camino a codazos. Como dice el comunicado de prensa oficial, «niños corriendo y revolcándose por un mullido césped, grupos de vaqueros y vaqueras bailando al unísono, manteles esparcidos por el campo de fútbol del Sporting Riazeño con familias degustando una mazorca de maíz o una hamburguesa ecológica…Y de fondo, las mejores bandas de americana».
En esencia, eso es el HCF, un festival que ha congregado el pasado fin de semana a cerca de 10.000 personas en esta pequeña localidad segoviana y que se abrió el viernes con un cartel de impresión formado por Jaime Wiatt, The Cadillac Three y un pletórico, a juzgar por las opiniones publicadas, John Hiatt & The Goners tocando con Sonny Landreth (aquí la sentida crónica de Fernando Navarro para El País).
«The Band of Heathens hicieron una descarga de rock y country rock vibrante, enardeciendo al público a guitarrazo limpio»
El sábado, la noche empezó con la cantante Stephanie Quayle, que trató voluntariosamente de caldear el ambiente para lo que vendría después. Y lo que vino fue una banda de tipos con los amplis cargados de dinamita y las ganas de dejarse la piel por la música brillando en la mirada.The Band of Heathens hicieron una descarga de rock y country rock vibrante, enardeciendo al público a guitarrazo limpio y calmándolo a continuación a base de baladas y armonías vocales propias de los mejores del género de los 70. Hicieron una versión de Blue que habría hecho quitarse el sombrero a los Jayhawks de Tomorrow the Green Grass, y desvelaron su as en la manga cuando se les unió a la guitarra Álex Muñoz, el joven músico español que se ha ganado el respeto de Nashville, la ciudad en la que todo el mundo sabe tocar, y que salió a por todas atacando una versión increíble de You Wreck Me, de Tom Petty. Después seguiría acompañando a los de Texas duante el resto del bolo.

El listón emotivo estaba alto cuando The Band of Heathens abandonaron el escenario al cabo de algo más de una hora de concierto. Una emoción simbolizada tal vez en las lágrimas que se le escaparon a Quique González, presente entre el público, al encontrarse con la madre de Álex Muñoz. Ambos músicos saben cuál es su particular historia de amor a las canciones, que han compartido aquí en España, en Canadá o en EEUU, sobre todo en el estudio de Brad Jones en Nashville.
Y en esas, ya cerrada la noche, apareció en escena el legendario Steve Earle junto a The Dukes, que celebran este año el 30 aniversario del magnífico Copperhead Road. También están presentando su disco más reciente, So You Wannabe An Outlaw, un homenaje a esos músicos forajidos del pasado, abanderados del outlaw country y del folk en el momento en que éste derivaba hacia sonidos más modernos. De ambos trabajos recuperaron canciones Earle y su banda, en la que se integra el dúo Mastersons, como los temas que dan título a ambos. También hicieron un recorrido por otros trabajos del rockero de Virginia nacionalizado tejano: Someday, Jerusalem, My Old Friend The Blues… Con su aspecto rudo, pañuelo en la frente y chaleco que dejaba ver sus brazos robustos y tatuados, Steve Earle fue alternando su vieja telecaster con la acústica y la mandolina, impartiendo una lección magistral de lo que significa entregar la vida a la música. Una vida en la que también ha tenido tiempo para escribir libros o aparecer en series de televisión. Una vida por lo demás plagada de avatares, con historias duras, con problemas y enfrentamientos con la justicia, con sonoros fracasos amorosos, con episodios de adicciones y de clínicas de rehabilitación.
«Los que estábamos allí sabíamos que el músico encarnaba en ese momento en su figura corpulenta una verdad. En realidad, toda la verdad»
Por eso, cuando hizo ese discurso final antes de tocar Christmas in Washington y terminar su concierto proclamando con humildad pero con firmeza sus valores, sus principios, su compromiso, los que estábamos allí sabíamos que el músico encarnaba en ese momento en su figura corpulenta una verdad. En realidad, toda la verdad. La de quien pese a las caídas, pese a ser ciudadano de un país en el que Trump es presidente, pese a los terrenos oscuros de la injusticia, sigue soñando con algo mejor. Y persigue ese sueño haciendo lo único que puede hacer: seguir cantando.
Quizás lo resumió de nuevo el mencionado Quique González cuando, tras acabar el bolo, se acercó a Earle en el backstage para saludarlo con un simple y sincero «Thank you for the music» mientras se daban un abrazo.
Así terminó esta edición del Huercasa Country Festival, la más exitosa de todas según los organizadores, que desde el domingo ya están pensando en la de 2019. Queda para el recuerdo perenne la de este año, en la que se pudo ver de madrugada a cuatro figuras abandonando el recinto emocionadas, despidiéndose felices por haber compartido algo tan intenso y valioso, por haber escuchado la misma canción. Fueron unas horas de pura música en las que nada desentonó, ni siquiera esas dos heineken en la curva de salida.

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