Ariel Rot ya es parte de la mejor historia del rock en español. Es uno de los grandes, ‘uno de los nuestros’, como se ha bautizado a la gira que se dispone a iniciar en los próximos días junto a Leiva y Loquillo. “Son tiempos para reinventarse y sorprender”, dice, consciente de que el escenario que pisan ahora los músicos es muy diferente al de hace algunos años, no muchos. Y precisamente eso es lo que ha pretendido Ariel con el disco que acaba de presentar, La huesuda. Sorprender al personal buscando nuevos sonidos y diferentes formas de expresión, incorporando instrumentos poco habituales en sus canciones como trompetas, cellos o violines. Al final, el primer sorprendido por La huesuda ha sido él.
Texto: Chema Doménech Fotos y vídeo: JSMatilla
Porque Ariel llegó hace meses al estudio con las canciones desnudas, y dejó que allí crecieran. Hasta el punto de trabajar hasta cuatro versiones distintas de alguno de los temas. Al final no salió exactamente el disco que él llevaba en la cabeza, sino que derivó hacia otros derroteros, algo que lo tiene tan maravillado como satisfecho. Lo confiesa en el centro de Madrid, en el restaurante mexicano elegido para celebrar esta entrevista y que le viene ni pintado al tema que da título a su último disco.
La huesuda tiene un aire de corrido mexicano. ¿Lo viste como el estilo más apropiado para abordar el tema de la muerte desde esa óptica tan festiva, irónica y canalla?
Bueno, es un estilo que desde hace tiempo está presente en mi trabajo, la onda mexicana. Cuando empezamos con Los Rodríguez a meter pinceladas latinas siempre nos identificamos más con México que con los ritmos caribeños. Uno está con el radar puesto, siempre como echando el anzuelo, y en un momento pesqué el título y de él salió la canción. Yo la tocaba con guitarra y quedaba muy graciosa. Pero cuando quise grabarla y ponerle batería, se ‘horterizaba’ un poco, se iba como al pasodoble, pasaba algo que no nos terminaba de gustar. Busqué otros ritmos y la llevé más al rock, pero así perdía el chiste, quedaba muy seria, y es cierto que la canción es festiva, tiene humor. Al final, me junté con Candy Caramelo y en una tarde la resolvimos, pero me costó mucho llegar ahí.
¿Ha sido así todo el disco, un largo proceso de búsqueda?
Sí, porque llevé las canciones totalmente desnudas al estudio, no hice demos previas, quise que todo ocurriera allí. Y fue un trabajo largo y arduo, en el que hubo muchas incógnitas, muchas idas y venidas, temas que de repente resolvíamos en un momento y otros que tardamos bastante… A veces un tema empieza bien pero se te cruza y hay que descubrir qué es lo que está pasando, qué falla, si es la base o si es algún tipo de arreglo. Nos ha ocurrido en varias ocasiones con este disco.
Es un disco de medios tiempos, muy tranquilo, más alejado del patrón rock’n’roll.
Siempre en mis trabajos hay lugar para este tipo de composiciones, más reflexivas, más sensibles, y curiosamente siempre acaban siendo las canciones favoritas tanto mías como del público. Temas como Adiós carnaval, Vicios caros, Geishas en Madrid… Esta vez tenía claro que quería que todo el disco en su conjunto fuera por ahí. Por otro lado, yo giré mucho en teatros solo, sin banda, lo que dio una nueva atmósfera a mis conciertos. Quería que eso estuviera presente en el disco. Porque lo compuse mientras hacía la gira solo en teatros, y son canciones que se adaptan muy bien a ese formato unipersonal, de hecho las estuve tocando solo hasta que me metí en el estudio.
También es un disco de madurez, son letras escritas por un tipo que acumula muchas vivencias a su espalda.
Sería muy lamentable que ocurriese lo contrario, que uno vaya cumpliendo años y siga haciendo unas letras juveniles e imprecisas. Creo que el trabajo de los textos en este disco es muy serio, y que está muy parejo, que prácticamente todas las canciones tienen fundamento, con letras meditadas y originales. Creo que en ese sentido es un trabajo muy meticuloso.
El hecho de dedicarle el disco a la representación de la muerte, ¿responde a algún planteamiento existencialista? ¿Crees en una vida más allá de esta?
Yo no creo en nada hasta que no me demuestren lo contrario (risas).
Recuperas un tema como Debajo del puente, que escribiste muy joven, con veintipocos años, y que sin embargo no desentona con la temática del disco.
Siempre pienso que esa canción es un rapto de lucidez juvenil. Fue de las primeras canciones adultas que escribí. Yo venía de Tequila y realmente no me preocupaba mucho de las letras, se encargaba más Alejo (Stivel), aunque las rematábamos juntos. Pero creo que este tema fue como el embrión de mi manera de escribir. Además lo hice en una época muy especial, una de las más prolíficas de mi vida. Escribí muchísimo, compuse muchísimo, estaba muy estimulado con ese nuevo lenguaje que había encontrado.
También el piano juega un papel importante en La huesuda. ¿A qué se debe?
Cuando me planteé girar en solitario llegué a la conclusión de que lo que no quería era coger la guitarra acústica y devaluar las canciones, todo lo contrario. Pensé que solo debería llegar tan lejos como con una banda y, de hecho, recibí las mejores críticas de mi vida tocando solo. Creí que una de las fórmulas para conseguirlo era que hubiese variedad de instrumentos encima del escenario. Empecé a tocar el piano y me di cuenta de que estaba muy verde, entonces empecé a tomar clases, de cosas muy concretas, enfocadas a lo que yo necesitaba, no tenía tiempo para dedicarme a estudiar piano en general, cosa que tengo muchas ganas de hacer en algún momento, tratar de convertirme en un pianista de verdad. Entonces empecé a dedicarle horas al piano, fueron meses de currar mucho. El disco lo escribí en esa gira y por eso hay muchos temas compuestos al piano.
Para escribir otro final es una de las canciones más importantes del disco y más representativas de esas composiciones melancólicas de las que hablabas antes. ¿Se sufre al escribir una letra tan triste?
Evidentemente, cualquier adulto, si no ha sufrido algo así lo sufrirá. Yo trabajo un poco con la memoria fotográfica, recreo aquel momento de la despedida con aquella mujer, las maletas en la calle, ese taxi en el que se marcha… Volví a sentir todo lo que había sentido en ese momento y me resultó fácil entrar en esa situación que ocurrió hace mucho tiempo. Uno busca cómo estimular esos recuerdos.
En el tema En los últimos cien metros dices cosas como Hay quien piensa que el que la hace la paga, y hay quien destroza por completo esa teoría y es un cabrón con suerte hasta el último día. ¿Se ven demasiados de esos cabrones por televisión últimamente?
Me hizo gracia porque después de escribir esto salió la Cospedal diciendo lo mismo, “en este partido el que la hace la paga”, decía, ¡qué barbaridad! (risas). Bueno, no sé si hay muchos cabrones con suerte ahora… En los últimos cien metros todo se decide, ya veremos hasta dónde les dura la suerte (risas).
Vuelves a trabajar con Jose Nortes como productor. ¿Qué crees que aporta a tu música?
Jose aporta muchas cosas. Por un lado, un audio que a mí me encanta, es el tipo de audio que me gusta, el sonido grande, noble, casi majestuoso. Me gusta muchísimo cómo trabaja el sonido. Y me gusta su personalidad, es un tipo increíblemente positivo, es muy agradable trabajar con él. A nivel musical es alguien que opina lo justo. Él te deja hacer, se calla y son muy pocos los momentos en los que interviene, y cuando lo hace es porque se trata de algo importante. Con Jose, desde que compongo una idea de un disco, él ya empieza a escuchar el material, a veces incluso por teléfono. Me tiene pillado el punto y es un tipo que siempre está dispuesto a investigar, a buscar nuevas cosas. Siempre tiene un sí por delante, es impresionante.
Has dicho que en este disco has cantado mejor porque no tenías la letra delante, al llevar memorizadas todas las canciones. ¿Realmente cambia la forma de cantar sin tener que leer la letra?
Muchísimo, hay una gran diferencia entre cómo quedan las voces en mis discos a cómo canto en directo. No tiene nada que ver. Entonces me he dado cuenta de que lo que tengo que hacer es tocar mucho las canciones, para que cuando llegue al estudio no tenga que mirar la letra, que sea lo más parecido a cantar en directo.
¿Te sientes cómodo en ese papel de cantante?
Mira, hay discos míos que no puedo escuchar por cómo los canté. Son discos que me gustan mucho pero en los que canto muy rígido, muy poco natural. Entonces no sabía muy bien cómo quería cantar, yo lo que quería era hacerlo bien. Y ahora no me importa hacerlo bien, sólo me importa transmitir y ser yo mismo. Ya pasé por ese proceso de intenter cantar perfecto, fue como una obsesión que ya superé, afortunadamente.
Tu figura siempre va unida a la de la guitarra, y además es legendaria tu fama de guitarrista hábil y elegante. A estas alturas, ¿sigues aprendiendo cosas nuevas del instrumento?
A veces sí, claro, depende un poco de las ocasiones. Si pienso a largo plazo, en cómo tocaba hace diez años y cómo lo hago ahora, lo noto muchísimo. Más que aprender cosas, son nuevas notas que suenan en tu cabeza y que ves que puedes incorporar. Cada cierto tiempo me doy un pequeño empujón con un profesor, siempre el mismo, que ahora por cierto está en Argentina y no lo puedo llamar. Pero siempre saco algo, un acorde nuevo, o si no simplemente como que amplía las notas que suenan en mi cabeza. Es que estudiar es fantástico, es divertidísimo y, si no tienes curro, ¿qué vas a hacer? Pues estudiar. Y estudiar un instrumento nuevo es casi como cambiar de piel, una energía impresionante que te entra ahí.
Tal vez los niños deberían acercarse más a la música desde el colegio. ¿Crees que es una de las materias olvidadas de todas las leyes de Educación?
Después nos quejamos cuando la gente habla en los conciertos, pero es que la cosa viene de mucho más atrás. Si en el colegio se educara bien, si enseñaran a disfrutar de la música, todo cambiaría. Ese tema sí que me pone de muy mala leche, porque la música ha sido el centro y la razón de mi vida y se lo agradezco todo. Pero cuando veo que desde el sistema de educación, desde el poder, desde el Gobierno, hay una actitud tan ignorante, tan paleta, me dan ganas de utilizar la guitarra como ametralladora. Como la famosa frase que Woody Guthrie escribió en su guitarra, «esta máquina mata fascistas». Yo la utilizaría como arma para matar ignorantes (risas).
¿Cómo le plantas cara a la crisis que vive el sector?
Me da mucha pena porque hay un montón de gente que está muy jodida, pero yo ahora me tomo la música como una misión casi divina (risas). Si tengo que tocar para cien personas, pues intentaré que esas cien personas salgan felices, y que yo acabe feliz de tocar para ellas. No quiero lamentarme ni pensar ‘joder, hace tres años tenía tanto, hacía esto o lo otro’. No, hay que respetar y agradecer lo que hay.
Estás a punto de embarcarte en la gira ‘Uno de los nuestros’ con Loquillo y Leiva. ¿Cómo la afrontas?
Sí, la semana que viene empezamos con los ensayos. Pues la afronto con alegría, porque hace mucho que no me junto con tantos músicos para salir de gira. Por tanto hay que disfrutarlo y darnos cuenta de que es un privilegio salir con toda tu banda, con los técnicos, con todo el equipo. Es como entrar en una liga a la cual yo casi había renunciado. Y además con un repertorio muy poderoso, entre los tres juntamos canciones potentes más algunas versiones que vamos a hacer. Estoy ilusionado, sí.
¿La situación obliga a reinventarse, a ofrecer al público proyectos nuevos como esta gira conjunta de tres pesos pesados?
Sí, absolutamente, obliga a reinventarse y obliga a sorprender, a seguir moviéndote.
A pesar de que dices en Nunca es tarde para el rock’n’roll que tú no llenas estadios, sí has conocido el gran éxito con Tequila y Los Rodríguez. ¿Qué paralelismos ves entre ambos proyectos?
El nivel de trascendencia de las dos bandas. Las dos tienen todavía temas que siguen estando vivos y que van a seguir estando vivos durante mucho tiempo, y eso es muy alucinante. Pero no tiene nada que ver un grupo con otro. Tequila era una propuesta mucho más juvenil y musicalmente menos pretenciosa que Los Rodríguez. Tequila triunfó por el lugar y el momento, y Los Rodríguez triunfaron por derecho, luchando contra todos los elementos.
Ya hicisteis recientemente una gira con Tequila. ¿Crees posible una reunión de Los Rodríguez?
Los Rodríguez ya no existen, es imposible. Sería una reunión mía con Andrés, y eso ya lo hicimos. No sé, tendrían que coincidir muchas cosas, las agendas, las emocionales y las profesionales. Mira, es que no sé si hace falta que lo hagamos.
En cualquier caso, ¿echas de menos alguna época pasada?
No, lo que quizás añoro es esa magia de escuchar algo por primera vez. Obviamente, no es lo mismo escuchar música a los 18 años que hacerlo con más de 50. Por ejemplo, la guitarra de Jimmy Hendrix fue la culpable de la primera noche de insomnio de mi vida. El único tío que últimamente me hacía vivir un poco esa magia era Nick Curran, y murió el año pasado de un cáncer de garganta. Era muy joven y un auténtico animal, con muchísimo carisma, un guitarrista espectacular y un cantante alucinante.
Ya que le dedicas el disco a la huesuda, dentro de muchos años, cuando ella te invite a meterte en su cama, ¿cómo te gustaría ser recordado?
Depende de por quién (risas). La verdad es que no me importa mucho, me importa cómo me van a recordar mis amigos y mis hijos.
Dicho de otra manera, ¿qué crees que habrás dejado como legado?
Huesos y canciones (risas).
ARIEL ROT DEDICA A LOS SEGUIDORES DE ESA CANCIÓN ME SUENA EL TEMA EN LOS ÚLTIMOS CIEN METROS, DE SU DISCO LA HUESUDA:
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Un tipo muy grande Ariel. Uno de los mejores músicos que tenemos en activo y que merece mejor suerte y reconocimiento popular.
Enorme canción «Los últimos 100 metros»
buena entrevista y gran artista! Con ganas locas de volver a verlo en directo al piano, a la guitarra, cantando… en fin, muchas ganas! 🙂