Sobre detectives y camaradas

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Quique González llegó al Teatro Circo Price el pasado sábado a media tarde, repartió abrazos, bromas y palabras de afecto entre los miembros de su equipo, que son casi familia, y tomó el ascensor hacia el camerino. Venía con la ropa pegada al cuerpo por el calor y con el ansia por pisar escenario dibujada en el rostro. Su imagen en ese momento tal vez no era otra cosa que una metáfora natural de la trayectoria artística de quien en los últimos 15 años ha sudado a fondo la camiseta, exigiéndose el máximo a cada paso. Arriba lo esperaban ya algunos músicos de la banda, ‘los detectives’ más famosos del país desde que en marzo pasado se publicara Me mata si me necesitas, el disco grabado por ellos y firmado con ese nombre. En su compañía el artista se siente en casa, se sabe afortunado por tenerlos de su parte. Con su ayuda se ha enfrentado al problema que planteaba Raymond Chandler, el creador del cínico y legendario sabueso Philip Marlowe: «Ganar delicadeza sin perder fuerza», que guarda similitud con aquello de «tener encaje sin perder empaque» que escribió el músico madrileño hace años. En los dos conciertos consecutivos del pasado fin de semana en la capital, Quique González y Los Detectives dejaron claro que si ése era un problema, un caso abierto, ellos lo tienen resuelto.

Chema Doménech  Foto: Javi González (@tardesderecreo)

Seguramente la razón de que junto a estos músicos Quique González esté alcanzando tan altas cotas en su carrera haya que buscarla en la camaradería. La que se respira entre ellos cuando están juntos, en ese camerino donde nunca falta un reproductor portátil al que conectar el teléfono (el sábado González lo pinchó en cuanto llegó para escuchar el último disco del grupo de Nashville que le vuelve loco estos días) o  en mitad de un escenario en penumbra en el que unas farolas, una cabina telefónica y la silueta de la chica en la ventana transportan al público ya antes de empezar el show a esas escenas policíacas que entusiasman al rockero afincado en los valles pasiegos.

Fue en la gira anterior de Delantera Mítica cuando Quique González intuyó que tenía la banda que ansiaba. Quiso afianzar la apuesta y comprobar si la química funcionaba también en el estudio, y se encerró con esos músicos (Pepo López, Edu Ortega, Alejandro Climent, Edu Olmedo y Ricky Falkner) en unas sesiones en las que grabaron Clase media y El día de año nuevo, que saldrían editados en un vinilo de 45 rpm. La mañana en que llegó al estudio barcelonés y vio a Edu Ortega extrayendo oro de su violín despejó las dudas, por eso el verano pasado se marchó con la banda a Tarragona para grabar el más americano de todos sus discos, este Me mata si me necesitas que presenta ahora. Es el álbum que suena íntegro en esta gira, partido en dos caras, A y B, entre las que se insertan dos bloques de canciones, uno de ellos dedicado por cierto a Salitre48, el disco que este año cumple su 15 aniversario, como bien sabemos por aquí.

En los directos, el joven David Schulthess ocupa ante los teclados el papel que en el disco representó Falkner. La otra incorporación a los detectives lleva artículo y adjetivo femeninos, los de la prodigiosa Nina de Juan, quizás el mayor regalo que la música española ha recibido en los últimos tiempos. Cuenta la historia que De haberlo sabido es una canción escrita por Quique González en 1997 (antes de Personal) por encargo de una editorial para que la interpretase una cantante argentina. Después de escucharla en la voz de Nina, queda claro que en realidad estaba escrita únicamente para que la cantara ella.

En el comienzo del concierto se suceden las cinco primeras canciones del nuevo disco. Detectives y Se estrechan en el corazón son el preludio para el rock que empezará a desatarse en Sangre en el marcador. «Todavía no han apagado las luces de Navidad y hay ceniza en la bañera» es un arranque imponente para una canción. A ella le sucede Charo, la que descubrió a Nina ante el mundo. Tampoco ese tema fue ideado en principio para ella y, sin embargo, ya nadie podría imaginar otra Charo que no se apellidase de Juan. Magistral y emocionante su interpretación, que es de las más celebradas entre el público y que dibuja una sonrisa permanente en el rostro de Quique González y del resto de detectives, rendidos ante ella. Con el intimismo de Cerdeña concluye esta cara A de Me mata si me necesitas, suficiente para dejar constancia de la calidad de una banda que aún ganará quilates cuando minutos después González invite al escenario a su amigo Alex «Nashville» Muñoz, que recibe tal apodo por residir y trabajar desde hace años en esa ciudad estadounidense, cuna del rock. Deslizándose sobre el mástil de su Gibson, el slide de Alex sube la temperatura de un ya de por sí caldeado Circo Price en Dónde está el dinero y Tenía que decírtelo. Antes sonaron revitalizados viejos temas como Kid Chocolate (La noche americana) o Por caminos estrechos (Pájaros mojados).

No será el único invitado de Quique González del fin de semana. La ocasión es especial y la generosidad del músico más que conocida. Por eso en el concierto del sábado Edu Ortega tendrá ocasión de cantar un tema propio, y en el del domingo pisarán el escenario algunos colegas más: César Pop (Relámpago y Dallas-Memphis), Fabián (Aunque tú no lo sepas) y Guille Galván, de Vetusta Morla (Pequeño Rock and Roll).

González es consciente de que lo que tiene en este momento entre las manos es un material sensible, altamente emocional. Una emoción que se reparte entre su banda y se proyecta en un público que se muestra más entregado que nunca a la causa del rockero madrileño. Por eso el auditorio enmudece cuando sabe que ha llegado el momento más intenso del concierto. Es cuando, iluminado sólo por un foco que rompe la oscuridad, Quique González arranca a su guitarra las primeras notas de La casa de mis padres. Durante muchos años, en los conciertos del músico en Madrid era habitual que su padre estuviera entre el público, escuchando a su hijo pequeño e intercambiando pareceres después con otros músicos y periodistas. Hace unos días, en una entrevista en la SER, el artista confesaba a Francino que cuando su padre estaba frente al escenario, en realidad tocaba para él. Tal vez por eso la voz se le quiebra en algunos momentos de ese llanto inconmensurable que es La casa de mis padres, en la que ya solo habitan los recuerdos felices y la ausencia. Una ausencia que hoy se acomoda en una butaca concreta del teatro, la que hubiera ocupado su padre. Puede que efectivamente sea «ley de vida», como dice la manoseada y odiosa frase, pero no debería considerarse natural despedirse de los padres para siempre. Tampoco tendría que serlo cantar para una butaca vacía. Sin embargo ahí está Quique haciéndolo, inmerso en la belleza incontestable de esta canción y arropado por una banda de detectives que la investigan y la elevan a un nivel de intensidad pocas veces visto. Cobra entonces pleno sentido aquella afirmación escuchada al principio: «Sabes cómo duele pero quieres un poco más».

Ninguno en esta banda de camaradas y detectives olvidará fácilmente estas dos noches en el Price. Tampoco lo hará Quique González, que al final del concierto vuelve a tener la ropa pegada al cuerpo, como cuando llegó por la tarde. Otra vez ha sudado la camiseta aunque ahora la tensión ha desaparecido de su rostro, dejando paso a un gesto de satisfacción.Ya volverá el dolor, al que se enfrentará en soledad, armado quizás con un bolígrafo y un trozo de papel, dispuesto a investigarlo. Si bien es verdad que para ser un detective auténtico, a la manera de Marlowe, al músico le falta un punto de cinismo, lo compensa en su faceta sentimental. Esa que le hará acercarse después del concierto al número 48 de la cercana calle del Salitre, habitada para siempre por la sombra del tipo que fue.

Al despedirse del escenario distingue en la grada de enfrente a un nutrido grupo de amigos y colegas de esta profesión que ama. Uno de ellos resumirá tras el concierto lo vivido en estas dos noches en la capital: «Este fin de semana los músicos de Madrid teníamos una cita en el Price, por eso estamos aquí. Hemos venido a aprender».

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Un comentario sobre “Sobre detectives y camaradas

  1. No pude asistir y me ha encantado y emocionado leerte! Le vi en Leganes y estoy loca por escucharle de nuevo…
    Gracias por contarlo tan bien!
    Un saludo!

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