Este sábado 28 Quique González comienza en Salamanca su nueva gira, ‘Carta Blanca’, una serie de conciertos en solitario y en formato acústico en el que cada show será distinto, ya que el público tendrá, como el nombre indica, libertad para determinar el repertorio a través de sus peticiones. Sin embargo el músico no ha querido –o no ha podido– esperar en el vestuario el arranque de la gira, y en la noche del jueves saltó al campo a calentar, organizando en un bar de Madrid un ensayo general abierto a unos pocos incondicionales. Esa misma mañana, mientras bajaba hacia la capital desde su querido valle cántabro fue invitando por whatsapp a algunos amigos y conocidos, y por la tarde hizo extensiva la invitación a los 30 seguidores más rápidos de su página de facebook. Fue suficiente para que a las nueve y media de la noche la sala Fotomatón estuviera llena de rostros expectantes que observaban cómo Quique González subía al escenario sonriendo, se colgaba su Gibson y se disponía a dar carta blanca.
La idea de esta gira surgió tras un concierto en Málaga el pasado mes de agosto. Aprovechando un hueco en las fechas veraniegas de su gira Delantera Mítica, el músico se subió a una azotea de la ciudad andaluza ante un público reducido acompañado sólo por su guitarra, una experiencia que ya había probado meses antes en Sevilla. Esa noche de verano Quique González se reencontró con su pasado, volvió por unas horas a ser el joven aspirante a músico que recorría los garitos de Madrid en los 90 cantando sus canciones con la fe ciega de quien cree que tiene algo bueno que aportar a la música. Y claro, se entusiasmó. Casi hubo que desalojarlo de aquella azotea por la fuerza.
Tal vez en homenaje a ese tiempo juvenil, incierto y feliz la primera canción que interpretó el jueves en el ensayo general de esta gira fue Hoy no, del añorado Enrique Urquijo, probablemente recordando las noches que ambos compartieron en El Rincón del Arte Nuevo en conciertos tan íntimos y cercanos al público como los que ahora plantea. Y resulta curioso ver a un músico de carácter indómito, con una trayectoria marcada por la negativa a doblegarse a determinadas exigencias de ese ente dado en llamar ‘industria’, someterse voluntariamente a los deseos del público, aunque éstos no siempre coincidan con los suyos. Porque la primera petición que recibió le torció levísimamente el gesto, si bien se repuso enseguida. «Es un poco juvenil para mí, pero la voy a tocar», aseguró Quique con una sonrisa justo antes de interpretar Cuando éramos reyes, una canción de sus inicios. Parte del público insistía en esa línea y comenzaron a llover peticiones de algunos de los temas más populares de su cancionero. «Tengo la impresión de que en cuanto toque Salitre y Conserjes alguno se va a marchar», dijo entonces el artista medio en broma medio en serio.
Lo cierto es que lo que ocurrió esa noche en el Fotomatón cabría en ese concepto tan manido que habla del «artista que se debe a su público». Hay quien sólo lo aparenta y quien realmente lo cumple, y es lo que hizo González a lo largo de las dos horas que duró este ensayo general en el que repasó a la guitarra (a veces acompañado también de la armónica) y al piano temas de prácticamente todos sus discos. Si con un cancionero tan abultado como el del madrileño y una trayectoria tan dilatada a sus espaldas debe de ser complicado mantener en perfecto estado de revista absolutamente todas las canciones, más aún tiene que serlo presentarse ante el público dispuesto a jugársela con cualquiera de ellas. Pero quizás en eso consiste el riesgo y la altura. Así, joyas antiguas y recientes como Se nos iba la vida, Piedras y flores, Día de feria, Doble fila, Avería y redención, La luna debajo del brazo o ¿Es tu amor en vano? se fueron sucediendo por deseo de una audiencia en la que también hubo quien no supo cumplir la norma más elemental cuando se acude a un concierto: callarse y no molestar. Incomodidad en todo caso incapaz de eclipsar la emoción que Quique González logra transmitir siempre desde un escenario, de forma más intensa cuanto más cercano es el formato. Y ‘Carta blanca’ garantiza ambas cosas, emoción y cercanía. No es raro que se hayan agotado las entradas de casi todas las fechas de la gira.
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Chema, te leo eso de «…en la que también hubo quien no supo cumplir la norma más elemental cuando se acude a un concierto: callarse y no molestar.»… y sólo puedo llorar amargamente por no haber podido asistir y ver que otros que si lo hicieron, no lo saborearon y disfrutaron como lo que es… UN LUJO al alcance de pocos…
Gracias por el artículo Chema…
Gracias por el comentario, Jesús. Es un mal bastante generalizado el de gente que no sabe estar en los conciertos. En el del otro día no eran muchos, pero sí bastante molestos. Me cuentan que en Salamanca la cosa fue distinta. Un abrazo y gracias por seguir el blog.