Como ocurre en el amor, en la música no siempre hay flechazo en la primera cita. En ocasiones andamos a la caza de canciones que nos enamoren ignorando que las que realmente nos fundirán los plomos hace tiempo que las tenemos delante. Sólo es cuestión de encontrar el momento oportuno para ellas y eso es lo que le ocurrió a Dani Flaco (Hospitalet de Llobregat, 1977) con el primer disco en solitario de Jakob Dylan, Seeing Things. Ese puñado de canciones cálidas y austeras, interpretadas con guitarras acústicas, contrabajo o batería con escobillas puede que situara al cantante y compositor en el inicio del camino que ha recorrido hasta publicar Versos y madera, el disco cuya gira de presentación acaba de iniciar. Un trabajo próximo al folk, natural y sin aditivos, que acoge un muestrario de sentimientos servidos al calor de los instrumentos acústicos.
Chema Doménech Fotografía y vídeo: JSMatilla
No resulta extraño que un disco así haya sido grabado en un pequeño pueblo de la Alcarria, en el Estudio Establo que dirige Fernando Polaino, quien se ha encargado de la producción de Versos y madera y de la edición bajo su sello, Granja Beat. Tampoco es casualidad que la mayoría de las canciones que contiene fueran escritas en años diferentes pero siempre en otoño, estación en la que la tierra se cubre de hojas secas que crujen bajo los zapatos igual que los sentimientos cuando son pisoteados.
«Son canciones que pasan por todas las fases de después de una relación: la pena, el rencor, el momento de asumir lo que te ha pasado… Es un disco de desamor pero escrito desde el amor», asegura su autor acomodado en un pequeño sofá de la planta baja de La Paca Café, en el centro de Madrid.
Dani Flaco se mudó a la capital hace unos meses, después de pasar la mayor parte de su vida en Barcelona. «Necesitaba salir de allí, de lo que llaman la zona de confort, y enfrentarme a cosas nuevas. Elegí Madrid porque aquí tengo muchos amigos y porque es un sitio en el que no me siento extraño», dice. Al ser preguntado sobre las diferencias que percibe entre ambas ciudades («¿aparte de que aquí te ponen tapa con la cerveza?», bromea), afirma que «a nivel profesional, en Madrid hay más movimiento y más cultura de la música que hago yo, y hay programación de conciertos a diario. También hay mucha más competencia, lo cual yo creo que es bueno».
Junto a algunos muebles y varias cajas de recuerdos, Dani se trajo de Cataluña una colección de canciones y la idea de reunirlas en un disco que se llamaría Versos y madera. «Tenía muy claro el planteamiento. Durante los últimos años he escuchado mucha música en rollo acústico, hace ya tiempo que me compré una guitarra muy folk, la J45 de Gibson. En mi disco anterior, Secretos de sumario, ya había empezado a quitar cosas que sobraban, guitarras duplicadas, etc. Para este trabajo tenía claro que hay canciones que no tienen por qué llevar batería.», dice. «Al final el disco es eso, un puñado de versos acompañados por la madera de los instrumentos acústicos», concluye.
Ese sonido acústico es quizás el ideal para envolver las letras de las canciones que escribe Dani. En el disco predomina la melancolía, aunque también hay ramalazos más festivos y eléctricos como No lo voy a luchar o Luci Pistolas. «Esas dos canciones están situadas estratégicamente, una es la tercera y la otra también pero empezando por el final. De esa forma el disco tiene respiros y no se hace tan denso». Entre ambos temas, toda una colección de sentimientos heridos cuyos máximos exponentes son canciones melancólicas como Ni se te ocurra, El mayor de todos mis miedos, Canción de cuna o la propia Versos y madera.
Porque para Dani, escribir sobre derrotas y perdedores es, aparte de más fácil, «mucho más poético y más real que hacerlo sobre asuntos alegres. A veces he estado jodido, me he ido de fiesta y he terminado llorando por los rincones. Llega un punto en el que en lugar de lamentarse en el hombro de los amigos es mejor quedarse en casa con la guitarra y escribir sobre ello», asegura el músico, que ahora vive un buen momento aunque, como dice sin dejar de reír, «después de mi trayectoria nadie se creería que estoy triunfando en el amor».
Entre esos amigos que en algún momento pusieron el hombro para que Dani Flaco llorara en él sus penas figuran los músicos Pepo López y César Pop, ambos presentes en el disco. El primero ha sido durante mucho tiempo su productor y el guitarrista de su banda. «A nivel personal Pepo es mi hermano y, como guitarrista, hay poca gente a la que le suene la guitarra eléctrica como a él en este país. Está Raya y luego igual esta Pepo», afirma Dani. «En este disco ha tenido menos faena porque hay menos guitarra eléctrica, y también porque él está muy ocupado con la gira de Quique González y con su banda, Chivo Chivato. Pero Pepo siempre va a estar en mis discos».
En cuanto a César Pop, su mayor anclaje afectivo a Madrid, con él firma dos de los temas del disco, No lo voy a luchar y Actores secundarios. El primero de ellos lo compusieron el mismo día que Dani se mudó a la capital. «Vino a echarme una mano con la mudanza y al llegar a mi casa sacó su guitarra y yo me bajé a por unas cervezas. Cuando subí le comenté un verso que tenía, ‘las chicas guapas nunca lo entienden si las dejas’, y nos liamos y sacamos la canción. Tener a César en el disco es como que juegue Messi en tu equipo», declara.
Versos y madera es el resultado de dos años escribiendo canciones. «He escrito un montón, me he ido a la treintena de temas y hubo que desechar muchas», dice el autor. En su opinión, las doce seleccionadas «reflejan serenidad, lo que no está reñido con un buen estado anímico». Por primera vez en su vida, Dani Flaco se ha atrevido a incluir una versión en una de sus grabaciones. Se trata de Nos ocupamos del mar, una canción original de uno de sus ídolos, Javier Krahe. «Él la escribió cuando tenía 24 años y la tenía bastante olvidada. Creí que sería bonito volver a darle vida porque a mí me parece preciosa y también era una forma de hacerle un homenaje a él», dice Flaco.
En el libreto del disco, todas las letras de las canciones aparecen manuscritas, así que el músico de Hospitalet le sugirió a Krahe («yo a Javier siempre que le pido algo antes de nada le digo: si no te da pereza…») que le enviara la letra de esa canción de su puño y letra. «En el mundo hay poquísimas personas que sepan interpretar y escribir el sumerio, pero una de ellas es fan de Krahe. Fue quien le envió hace años la letra de esa canción en dicho idioma, y así me la pasó Krahe a mí», cuenta Dani. Por eso los símbolos del sumerio también están representados en el libreto de Versos y madera.
Dani Flaco se encuentra ahora en el inicio de la gira de presentación de este trabajo que ha sido financiado recurriendo al ‘crowdfunding’. «Dudé bastante pero lo hice así, porque de otro modo no habría podido hacer el disco. Estoy muy agradecido a todos los que han participado». La gira ha comenzado de manera inmejorable, con tres llenos en el Auditori de Barcelona, algo que él no esperaba. «No sé qué ha pasado, pero hay que disfrutar de estas cosas cuando llegan». Sin embargo, él asegura tener los pies en el suelo: «Yo sé dónde estoy y soy absolutamente feliz cantando en garitos, que es donde se percibe mejor la arruga de la voz. Así es como nacen las canciones, con una voz y una guitarra».
Por eso él seguirá defendiendo sus canciones en pequeños recintos, con su J45 y su voz rasgada. También en salas más grandes, a las que acudirá con su banda. En todo caso, poniéndose nervioso antes de cada concierto: «Creo que eso me va a pasar siempre. Pero bueno, yo tengo un ritual que consiste en pedirme una copa antes, le pego dos tragos y ya es como el sabor del concierto. A partir de ahí ya sólo queda disfrutar».
Y así disfruta este autor que sueña con la música desde que, siendo un niño, quedó maravillado el día que vio un vídeo de una banda liderada por un tal Mark Knopfler. Sus padres lo apuntaron a clases de guitarra y lo primero que aprendió a tocar fue Local Hero de Dire Straits mientras sus compañeros ensayaban villancicos. Por eso, el día que acababa octavo invirtió las 25.000 pesetas que había conseguido ahorrar durante dos años en una guitarra eléctrica y un amplificador, para horror de sus vecinos. Desde entonces, como dice el grito de guerra que le ‘robó’ a su amigo Lichis, todo «es bien».
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Discazo, si señor…. Como siempre, un placer leer el blog… Salud