César Pop: «Si la emoción no empieza por ti, algo falla»

Llega al lugar de la cita sonriendo tras sus Ray-Ban Wildfire. Es un tipo alto y delgado, amable y educado. César García Miranda (Navia, Asturias, 1978), artista conocido como César Pop, sueña con la música desde niño. Fue muy fan de Pereza y acabó siendo su pianista durante años, tras militar en grupos como Los Débiles, Babylon Chàt o Le Punk. Ahora toca el piano y los teclados en la banda de su mejor amigo, Leiva, con quien está inmerso en su gira ‘Diciembre’. Hace justo un año decidió presentar sus propias composiciones y editó ‘Te llames como te llames’, un álbum preciosista que dice mucho de su talento para escribir canciones bonitas, aunque a veces se lo tengan que recordar los amigos. Los mismos que lo definen como un músico exquisito.

Fan de Dylan, de Serrat, de José Alfredo Jiménez o de Enrique Urquijo, para César Pop la música es, por encima de cualquier otra cosa, emoción. Con él inauguramos en este blog un formato de entrevista amplia, sin prisas, de cerveza y cigarrillos, con el ánimo de conocer mejor a este asturiano que un día decidió establecerse en Madrid y reducir sus apellidos a tres letras. «Fue por un juego con Leiva, él era Rock y yo Pop«, desvela el músico. No será la única confesión que haga hoy.

FOTO: Mario Nieto García
FOTO: Mario Nieto García

¿Qué sensaciones tienes un año después de haber editado ‘Te llames como te llames’?

Este disco ha sido un elemento motivador mucho más potente de lo que yo me imaginaba al grabarlo. Lo hice movido sobre todo por el deseo de tener las canciones que había escrito grabadas en un álbum, sin esperar que pasase nada, pensando que no habría más discos después, que este sería el principio y el final. Fue como un capricho. Mi argumento era: la peña se gasta tres o cuatro mil euros en irse de vacaciones al Caribe o a un safari en África. Bueno, pues yo no me voy a ningún sitio y me gasto ese dinero en grabar un disco. Me doy ese gusto.

Y así lo hiciste, autoeditado y tirando de colegas.

Exactamente fue así, haciendo encaje de bolillos y con la ayuda de los amigos.  Las bases las grabamos en el estudio Oasis, de Kosta, a precio de colega, y el resto se grabó en casa de Carlos Hernández, que fue quien lo produjo conmigo. Y la banda la formaron amigos míos, aparte de grandes músicos: Txetxu Altube, que hizo las guitarras, Manolo Mejías al bajo y Tuli tocó la batería.

Durante la grabación escribías un blog en el que narrabas cada sesión de estudio con la misma ilusión con la que un niño hablaría de su nuevo balón de fútbol y con el cariño de un artesano hacia su última obra.

El oficio de la música es así, hay que ponerle mimo, al final son emociones. Se trata de llegar hondo primero a ti mismo para luego llegar hondo a los demás. Y para eso hay que hacer las cosas con cariño y estar pendiente de los detalles. Eso debería ser el motor de la música y de la creación en general. Si la emoción no empieza por ti, algo está fallando. Si tú no te lo crees no puedes engañar a nadie. Yo pienso que detrás de cada expresión artística que logra conectar con la gente hay un enlace directo a una emoción verdadera.

Ya, pero eso incluye a fenómenos mediáticos cuya mayor emoción es ver el extracto de su cuenta bancaria.

Esa es la otra cara de la industria musical. En el momento en que entra en juego el dinero en grandes cantidades pues claro, aparecen los tramposos. Sería deseable que no fuese así porque es una pared que no deja que veamos a los artistas que de verdad quieren contar cosas. Hay un entramado de música prefabricada que se distribuye como en una cadena de montaje y copa las televisiones y las radios. Me da pena, intento que no me dé rabia porque no es un buen motor de funcionamiento, pero me jode porque se aplican los números a algo a lo que, al menos a priori, no deberían aplicarse. Es cierto que esto es un negocio y que hay que ganar dinero porque hay que vivir, pero no a costa de cualquier cosa. Ver en programas de televisión a cierta gente dando consejos sobre música a otra cierta gente… ¡Joder! Es que es de locos.

Apaguemos la tele entonces. Tus canciones suelen hablar de cosas que has vivido de primera mano. ¿Tiendes a escribir sobre experiencias propias?

Sí, soy muy introspectivo a la hora de escribir. Quizás me gustaría no serlo tanto, pero tiene que ver con lo que hablaba antes de las emociones. Para buscar una emoción real tengo que hablar de cosas que me conmueven. Sin embargo, las historias de las canciones no se refieren siempre a algo concreto, en plan esta canción habla de tal cosa. Mezclo mucho, entrelazo historias. Pero todo lo que cuento es muy personal. No soy un buen cronista de las cosas que les ocurren a los demás, con lo mío tengo bastante (risas).

Son también canciones desnudas, la mayoría en formato acústico.

A mí me gusta mucho el rock y me gustan mucho las bandas, pero hay dos motivos principales para hacer el disco como lo hice: uno que tenía que producirlo yo, y yo no sé dirigir una banda y arreglar las canciones con ese formato.  Es lo que hay. Por otro lado, también quería practicar la filosofía que primaba en el origen de las grabaciones de discos, que consistía en reflejar en él lo que se hacía sobre el escenario. Pensé: ‘¿Yo qué he hecho los dos últimos años? Pues tocar en el Búho con Txetxu y con dos guitarras acústicas’. Así que tenía claro que eso debía ser la columna vertebral del disco. Por esos dos motivos lo hice así.

Dices que este trabajo ha sido un elemento motivador.

Pues sí, yo lo hice sin ninguna pretensión pero ahora, al cabo de un año en que el disco se ha distribuido un poco, me encuentro que a veces voy a tocar a una ciudad y hay gente que conoce las canciones, que lo ha comprado. Eso me gusta mucho y me motiva, claro.

Lo que te lleva a plantearte un segundo disco.

Es que hacer uno te mete en la dinámica de componer, y yo ya estoy en ese estado, en el de hacer canciones continuamente. Si se me ocurre una frase que me llama la atención me la apunto, si toco algo con la guitarra que me parece interesante lo grabo. Ya estoy metido ahí. He ido haciendo canciones y tengo varias, me faltan algunas, pero claro que quiero grabar otra vez. Un día Quique me dijo, ‘con que me digas que estás pensando en tu segundo disco, yo ya me quedo tranquilo’.

Quique González. Al que en los créditos del disco dedicas la frase ‘has creído en mis canciones antes que yo’.

El mismo. Y es cierto, Quique es uno de esos músicos que me empujan a lanzarme. Con Leiva también me pasa. La actitud de ellos ha sido siempre la de ‘tío, no me dés el coñazo con tus temas, vete a un bar y cántalos que están de puta madre. No te lo tengo que decir yo, te lo va a decir el público’. Algo así. Y cuando gente a la que respeto tanto como a ellos dos confía en mis canciones de esa manera, a mí me ayuda bastante.

Con Quique González y Txetxu Altube, de Los Madison. Foto: María López

Has trabajado con Quique en el disco que comenzará a grabar en Nashville dentro de unos días. ¿Se puede contar algo sin estropear las sorpresas?

Si ya has podido escuchar algunos temas te haces una idea de la calidad del material. Yo es que no dejo de flipar con Quique, con su tesón, con el respeto que le tiene a su profesión, con lo mucho que se esfuerza… Este disco ha sido un proceso largo, el tío quería hablar de otras cosas, tenía claro adónde quería llegar, era un sitio complicado y lo intentó una y otra vez, hizo muchas versiones de las mismas canciones… Ya lo contará él si quiere. Trabajó muchísimo, a un nivel de detalle acojonante. Yo tuve la suerte de vivir eso. Suerte porque empecé con Quique siendo fan de primera fila, y acabar metiendo mano en sus canciones es algo increíble. Se lo digo a menudo, que me da mucha responsabilidad, porque con todo lo que le admiro meter la zarpa ahí… Pero es un privilegio absoluto.

Un privilegio que ya viviste en ‘Daiquiri Blues’ con ‘Riesgo y altura’.

La semana que hicimos ‘Riesgo y altura’ fue muy especial. Me fui a su casa con otro colega. Quique y yo estábamos empezando a ser amigos y durante esa semana tuvimos una conexión musical brutal. Tocábamos sus canciones, las cosas que él estaba preparando para ‘Daiquiri’, y yo alucinaba. Igual venía y me decía, mira lo que estoy haciendo, y se ponía a tocar ‘Hasta que todo te encaje’ y yo empezaba a hacer adornos por encima con el piano y no daba crédito, pensaba ‘qué maravilla estar viviendo esto’. Una noche nos habíamos quedado hasta las mil, y cuando ya nos íbamos a ir a dormir toqué al piano la música de ‘Riesgo y altura’, que había escrito para un corto que estaba rodando una amiga. Él se puso a hacerle una letra como loco. La acabó en una hora, fue acojonante. Terminamos a las diez de la mañana llamando a los colegas por teléfono para cantarles la canción. Fue una noche maravillosa.

Nunca lo hubieras imaginado cuando estudiabas en el conservatorio.

Lo dejé porque no me molaba el rollo académico. Creo que estudié piano unos cuatro años, entre los 8 y los 12 o así. Me gustaba y me gusta la música clásica. En casa aún toco cosas de Beethoven, de Bach… Pero tenían una manera de enseñar con la que no estaba de acuerdo. Sigo pensando que hice bien en dejarlo, no comparto esa forma de enseñar tan técnica, tan encorsetada. Al poco de dejar el conservatorio comencé a tocar la guitarra con una española que mi padre tenía en casa y con un método. Así aprendí un poquito. Con el acordeón me pasó lo mismo. Mi abuelo tenía uno y un método. Aunque la mano izquierda del acordeón apenas la uso, el orden de esa botonera es diabólico. Quien lo inventó quiso hacer daño de verdad (risas).

¿Qué te hizo dar el salto desde Asturias a Madrid?

¿Por qué se hacen las cosas? Pues porque nos dejan las novias. Es así, dices, ‘¿con qué mierda relleno yo ahora el hueco este que me han dejado aquí que me tiene sin vivir en mí?’ (risas). Yo había terminado la carrera de Informática y acababa de dejarlo con la chica con la que había estado cuatro años. Estaba viviendo en casa de mis padres y un día hablé con Leiva y me dijo que él pensaba irse a vivir a un piso con un colega y que les vendría muy bien ser tres, y que me viniera a probar suerte a Madrid. Y me lancé.

¿Cómo te hiciste amigo de Leiva?

Lo conocí de fan. En la primera gira de Pereza fueron a tocar a un bar en Oviedo y yo era el único del garito que cantaba todas las canciones de arriba a abajo. Ellos me vieron desde el escenario y creo que nos hicimos amigos ese día después del concierto. Nos escribíamos cartas postales. Él me dijo que le escribiera y le diera mi dirección y me mandaría una camiseta. Y así fue. Me envió una camiseta de Pereza y luego seguimos escribiéndonos y viéndonos. Leiva es mi mejor amigo. Es muy buen tío. Cercano, educado, respetuoso, prudente, muy simpático también, muy divertido… Un tío guay. Y tiene un talento deslumbrante. Yo no dejo de alucinar con él tampoco. Toca la guitarra que te mueres, el bajo igual. Toca la batería increíblemente bien… Toca de todo. Afortunadamente no toca el piano que te mueres, jaja.

Siendo tan fan de Pereza sería un sueño comenzar a trabajar con ellos como pianista.

Empezar a tocar con Pereza lo cambió todo. Fue como estar de becario y que te contraten. Los músicos que más te gustan, la gente con la que siempre has querido tocar, y encima son tus amigos. Eso significó empezar a tocar con regularidad, tener unos ingresos y vivir de ello… Al principio mucha locura, mucho ‘¡guau estoy en una banda de rock!’. Luego vas haciéndote cargo del oficio de verdad y aprendes a tomártelo muy en serio, a ser responsable.

Con Leiva y Juancho en la gira ‘Diciembre’. Foto: Andrea Silván.

Tu amigo del alma es también tu jefe.

Lo llevamos bien, es un jefe generoso. Lo bueno de ser tan amigos es que no me hago preguntas sobre las decisiones que toma. Además yo tengo un sitio en la música de Leiva, soy un complemento. Sé que tengo que tratar de transmitir a mi instrumento lo que él no puede transmitir porque no lo toca. Tengo que ser Leiva tocando el piano, intento hacer lo que él haría. Además cuanto más trabajo con él, en vez de quemarme como podría ocurrir cada vez estoy más contento, porque lo conozco mejor. Si me dice que algo no le gusta ya no tengo que aplicar la fe, porque comprendo por qué no le gusta. Y eso mola.

En tu caso, la amistad se mezcla continuamente con la música. Autopista, otro ejemplo.

Siempre digo que Autopista es el nombre que le pusimos a una semana de farra. Éramos Leiva, Quique, Mac (Fernando Macaya), Charly Arancegui y yo. Nos juntamos en El Náutico, un sitio en O Grove que tiene unos veranos muy especiales, un lugar con una energía muy buena. Nos lo pasamos tan bien, nos reímos tanto, que nos inventamos lo de Autopista y, con el espíritu Traveling Wilburys, nos fuimos a grabar al estudio de Paco Loco. Cada uno pusimos pasta de nuestro bolsillo y nos fuimos a grabar, luego no se editó nada de aquella grabación. Todas las canciones que salieron de ahí se han grabado después en otros discos, como ‘Restos de stock’, ‘I’m coming’, ‘Lady Madrid’, ‘Telediario’ o ‘No hay valor’, que la grabó Mac con los Chicktones. Se han grabado todas menos una mía, que se llama ‘Una mujer especial’.

Estás de gira con ‘Diciembre’, el primer disco de Leiva sin Rubén Pozo. ¿Qué dices de ese trabajo?

Mira (César tiende su brazo izquierdo donde a la altura de la muñeca se ha tatuado la palabra ‘Diciembre’). Nos lo tatuamos él, Juancho (vocalista de Sidecars y hermano de Leiva) y yo. Me encanta el disco. Quizás no es tan inmediato como otros discos que ha hecho anteriormente en Pereza. Es más denso, muy rico en matices y detalles, y cada vez está calando más hondo, en él mismo y en los demás. A mí me parece un disco increíble. Mi canción preferida de Leiva es ‘Miedo’, y ‘Miedo’ está en ‘Diciembre’. Con eso lo digo todo.

César con la Gibson oficial de Esa canción me suena.

No querría acabar sin preguntarte de dónde viene tu amor hacia Argentina.

Pues no sabría decirte. Siempre he tenido querencia a la cultura argentina, desde Mafalda a Cortázar. Me encanta su rollo con el arte y la cultura. Que en Buenos Aires haya librerías abiertas las 24 horas me parece acojonante. Fuimos hace unos años a hacer una gira con Pereza, y yo iba temeroso, pensando que a lo mejor no me encontraba con lo que esperaba encontrar. Pero sí, cumplió las expectativas. Tanto que después escribí ‘Baires’ y la incluí en el disco. Los argentinos tienen un amor al arte genuino. Es algo que me encanta.

Tampoco quiero que te vayas sin mencionar el Toni2 y tus largas noches contratado allí como pianista.

Lo recuerdo con muchísimo cariño. Fue una época muy bonita, en la que aprendí muchísimo y de la que estoy contento y orgulloso. Aunque también era muy duro, trabajar seis días a la semana de 12 a seis de la madrugada. Lo tuve que dejar porque me estaba dejando la salud. Cuando trabajas de noche todo se desordena. Pero me encantó hacerlo. De vez en cuando voy por allí y les pido que me dejen tocar un poco. Es un lugar muy especial.

Vamos a terminar con una serie de esas preguntas de respuesta rápida que los músicos odiáis que os hagan.

Sí, son preguntas-putada. Dispara.

Tres discos imprescindibles.

Déjame pensarlo. Uhmm… ‘Rubber Soul’, de los Beatles; ’19 días y 500 noches’, de Sabina, y ‘Car wheels on a gravel road’, de Lucinda Williams. Si me lo preguntas dentro de un rato igual te digo otros.

Tres músicos.

Joan Manuel Serrat, Leonard Cohen y Jorge Drexler.

Canción que te hubiera gustado componer.

‘Aquellas pequeñas cosas’, de Serrat.

¿Con quién te gustaría compartir escenario?

Con Drexler.

¿Compras discos? Dónde?

Sí compro, me gusta mucho ir a las tiendas. También descargo legalmente cuando me entran las prisas.

¿Cuántos instrumentos tienes en casa?

Dos guitarras eléctricas, una española, una acústica, un piano, un ukelele, un bajo, un teclado y un acordeón. También toco la gaita asturiana desde pequeño.

¿Qué tipo de escenarios prefieres? ¿Algún local especial?

Me gustan las salas pequeñas, en las que la comunicación con la gente es muy cercana. Tengo predilección por el Libertad 8 y la sala El Sol, ambos en Madrid. El primero es como el formato de la canción de autor y El Sol el formato de las bandas. Son dos lugares muy especiales.

¿Lo pasas mal antes de salir al escenario?

Siempre. Me pongo nervioso, se me quita el apetito, me dan tembleques, me pregunto por qué me he metido en este lío…

¿En algún momento de tu vida has querido ser una estrella del rock, en plan estadios y todo eso?

Sí. ¿Alguien no? (risas). Me parece interesante y divertido pero lo más importante es hacer música cerca de la gente y sentirlo.

¿Quién o qué te hizo músico? ¿Los Beatles? ¿El acordeón de tu abuelo?

Fue un peluquero que daba clases de guitarra en mi calle. Yo pasaba todos los días con mi madre y lo veía con un grupo de alumnos cantando canciones de tuna y yo quería estar ahí. Deseaba coger una guitarra y tocar con ellos el ‘Clavelitos’, jaja. Los veía y me daban envidia, quería formar parte de eso.

Un recuerdo relacionado con la música que te emocione especialmente.

La noche de ‘Riesgo y altura’ con Quique. Sé que esa noche se va a quedar conmigo para siempre. También tengo grabado el día de la muerte de Enrique Urquijo. Yo era muy fan de Enrique, por su capacidad para hacer fácil lo difícil. Te volaba la cabeza con una frase.

¿Es cierto lo de ‘Sexo drogas y rock and roll’?

Bueno, hay más mito que realidad, lo cual no quiere decir que no haya una parte de realidad. Pero, ¿acaso no practican el mismo lema los comerciales que viajan a otra ciudad, o los periodistas? Yo creo que es una cosa humana, lo que ocurre es que los músicos cargamos con las culpas de todos (risas).

Nos ha quedado una entrevista un poco larga.

Pues para la grabadora y vamos a tocar*.

*En el momento de concertar esta entrevista, César había aceptado terminarla dedicando a los lectores una de sus canciones. Por eso celebramos el encuentro en Stone Garden, una sala de música en directo que ha abierto recientemente sus puertas en la zona norte de Madrid. Allí nos ofrecieron todas las facilidades para celebrar la entrevista y para tocar, además de invitar a las cervezas, así que vaya desde aquí el más sincero agradecimiento. También a César por compartir sus emociones, por su amabilidad y generosidad y por prestarse a probar mi Hummingbird cantando un tema nuevo: ‘Noticias del Norte’. «Tío, me encanta esta guitarra», dijo al acabar. A quien firma estas líneas le encanta que él la toque en canciones tan bellas. Muchísimas gracias por ello, y por todo lo demás. Un placer. Chema.

Si quieres unirte a la página de este blog en Facebook, pincha aquí. Si también lo quieres seguir en Twitter, aquí.

Anuncio publicitario

4 comentarios sobre “César Pop: «Si la emoción no empieza por ti, algo falla»

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s