“Ya lo tengo todo preparado, en un par de semanas volamos a EEUU. Grabaremos de nuevo en Nashville, con Brad Jones como productor y algunos de los músicos que ya participaron en ‘Daiquiri Blues’. Vamos a hacer un disco distinto, y la verdad es que yo estoy entusiasmado con las canciones”. Son palabras de Quique González tras su concierto acústico de anoche en la Casa de la Provincia, en Sevilla, donde hizo una auténtica demostración de amor por la música, de humildad y de cercanía con su público. Fue una noche mágica que comenzó en un patio de columnas, continuó en una azotea con la Giralda al alcance de la mano y terminó tres horas después en plena calle, con Quique regalando a una docena de personas una maravillosa versión de Dylan.

Ayer llovió intensamente en Sevilla durante todo el día. Por ello hubo que alterar los planes del concierto de Quique González que estaba programado al aire libre en la azotea de la Casa de la Provincia, a tiro de piedra de la catedral. Live the Roof, promotora del evento, decidió a mediodía que sería más razonable celebrarlo en el patio interior del fabuloso edificio sevillano, un espacio muy reducido incluso para los únicos100 privilegiados que habían conseguido entrada para este concierto exclusivo: el papel se puso a la venta hace semanas y se agotó en seis minutos. En la promotora no habían vivido nunca nada parecido.
Es lógica la expectación generada. Quique llevaba ocho meses sin actuar y ésta, junto al bolo que tiene previsto esta noche en Cádiz, acústico también, constituía la última oportunidad de escucharlo en directo antes de que se encierre en el estudio a grabar su nuevo disco. “Me moría de ganas de tocar y no podía esperar hasta tener el disco en la calle”, confesaba Quique muy satisfecho al final del concierto. Y realmente demostró que sus ganas de tocar eran grandes, enormes, porque durante tres horas sólo paró de hacerlo para dar unos tragos a su copa, echarse algún pitillo y charlar con sus seguidores.

Quique se presentó en Sevilla procedente de su pueblo adoptivo en el valle del Pas, en Cantabria, sonriente, pañuelo al cuello, americana oscura y una preciosa acústica Martin colgada en el hombro. Subió al escenario, saludó con un tímido ¿Qué tal?, se colocó su armónica y abrió fuego con Piedras y flores, tema perteneciente a Kamikaces enamorados, al que seguiría Pájaros mojados, del álbum homónimo. A partir de ahí, el artista se puso a disposición del público para recoger peticiones. “Toco lo que me digáis”, dijo, y en el acto alguien pidió Justin y Britney. “A ver si me acuerdo, llevo años sin tocarla”. Y se acordó, algo que no pareció extrañar a nadie excepto a él.
Durante casi dos horas, Quique fue deleitando al público con canciones cantadas prácticamente a garganta, sin usar apenas el micro por lo reducido del recinto y su buena acústica. A fuego lento fueron desfilando temas imprescindibles en el repertorio del madrileño, como Salitre (“esta canción la escribí para Danza Invisible, pero no les gustó, afortunadamente”), Día de Feria, Polvo en el aire, Rompeolas, Bajo la lluvia, Pequeño Rock and Roll, o Ayer quemé mi casa.

Como se ve, el artista dedicó una especial atención a su álbum Salitre 48 aunque, también a petición del público, atacó canciones menos frecuentes en sus directos como Arañazos de piel roja o una versión intimísima de Aunque tú no lo sepas, cuya magia se estropeó en parte al final por el estruendo de un botellín de cerveza al estrellarse contra el suelo. Gajes de un recinto de tan pequeñas dimensiones. “Escucho caerse cristal y yo estoy bebiendo en vaso de plástico”, bromeaba Quique, que en todo momento, como prometió al principio, estuvo a disposición del público, con quien se mostró atento, cercano y agradecido. Por eso accedió a tocar una de esas canciones que los seguidores adoran y que a él no le agrada especialmente, y aún menos en formato acústico. Pero se la pidieron y Quique no quiso negarse a cantar Cuando éramos reyes, de su primer disco, Personal, maravilloso debut discográfico del que rescató otra joya: Y los conserjes de noche.

Habían pasado casi dos horas de concierto en un ambiente como de salón de casa, y Quique González tuvo una idea. El techo acristalado del patio interior de la Casa de la Provincia dejaba ver un cielo bastante despejado y el brillo de la luna, así que el músico sugirió subir a la azotea a tocar “cinco minutos”. Y en ese espléndido lugar donde debía haberse celebrado íntegramente el concierto si la lluvia no hubiera alterado los planes, con la Giralda iluminada al alcance de la mano, Quique abordó Fiesta de la luna llena ya sin ninguna amplificación, sólo con su voz y su guitarra. Y esos “cinco minutos” se convirtieron en media hora, en la que Quique, por fin, cumplió los deseos de algunos asistentes y tocó varias canciones de su próximo disco, de las que no se puede desvelar nada por respeto al artista y por temor a que la Policía Montada del Canadá aparezca en casa y me requise el ordenador.

Cerca de las 2 de la madrugada Quique González salía a la Plaza del Triunfo de Sevilla (un nombre que en ese momento constituía una metáfora) donde lo esperaba un grupo de seguidores. Entre ellos Laura, una joven extremeña que acudió al concierto con su guitarra colgada a la espalda con la esperanza de que Quique, su gran ídolo, se la firmara. Ese fue su momento. “¿Estás segura?”, le dijo el músico. La cara de Laura era una respuesta, así que Quique no sólo garabateó el instrumento, sino que lo afinó y, ante una docena de pájaros mojados, versionó a Bob. Dylan, claro. Antes había estrechado manos, posado ante las cámaras de los móviles y departido con todo aquel que quiso acercarse a saludarlo. Un artista absolutamente cercano, que se deshacía en elogios hacia otros compañeros de profesión y contagiaba la ilusión que le hace irse a EEUU a grabar su disco.
Fue el punto final a un concierto que comenzó tres horas antes y que hoy algunos de esos cien privilegiados definían en las redes sociales con adjetivos como «inolvidable», «mágico» o «irrepetible». Realmente lo fue. Y, por cierto, en una noche así Quique aprovechó para hacer algo que estaba pendiente desde hace tiempo: saludar a los lectores de este blog, entre los que hay muchos admiradores del músico madrileño.
Tendremos que esperar al menos hasta febrero para volver a ver a Quique González sobre un escenario. Desde aquí le deseamos lo mejor en su viaje a Nashville y en la grabación de su nuevo disco que, a juzgar por lo escuchado anoche, volverá a tocar el corazón de sus miles de admiradores. De momento, nos quedamos con esta versión absolutamente desnuda interpretada anoche para un centenar de ellos. Se la dedicaremos a Mariano y Mario, con quienes tuve la fortuna de vivir el concierto, que ya queda para el recuerdo.
Suerte en Nashville, Quique, que consigas el disco que quieres, porque será el que queramos.
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Qué maravilla !!
Creo que somos muchos los que estamos contando los días hasta que podamos escuchar ese nuevo disco y volver a vivir un concierto de Quique.
¡Quién pudiera haber estado en Sevilla!
Ganas de ver a Quique en directo….
Qué placer leer de Quique otra vez, ¡y qué envidia!
Simplemente único….Quique y el blog! Un placer escucharlo y un placer leerlo.
Enhorabuena a los dos! 😉
Gracias por vuestros comentarios, amigos.
Muy buena crónica. ¡Qué privilegio tuvisteis! ¿Qué canción de Dylan hizo?
La Policía Montada del Canadá nos vigila…
La extremeña afortunada tiene la guitarra cual muñequita de cristal, sin atreverme a tocarla después de que el último que la tuviera entre manos fuera el gran Quique. Un placer compartir este concierto Chema y compañía. Un placer volver a escuchar a Quique.
Disfruta de ella, Laura. Un abrazo 🙂
Bueno, lo primero mil gracias a Laura porque gracias a ella pude hacer el doblete, no sabes como me alegraste la noche! Dicho esto decir que el concierto de Cádiz estuvo espectacular también. Iba a decir que fue un setlist completamente distinto, pero en realidad nunca hubo setlist en ninguno de los dos conciertos. Salvo algún clásico como «Conserjes de noche», «Salitre» etc , Quique apenas repitió canciones. Empezó con » Caminando en círculos» y » Cuando estés en vena» para después tocar canciones mas «moviditas» como » Cuando éramos reyes» , «Vidas cruzadas» o «Trucos fáciles para días duros». Había mucha gente en el Pay Pay, todos entregados y Quique, yo creo que muy cómodo en todo momento , fue como siempre muy generoso. No veo la hora de tener su nuevo trabajo en mis manos. Hasta entonces saborear los recuerdos de estos dos grandes conciertos.
PD: La crónica inmejorable
acabo de hacerme fan de esta página… jejeje! grande quique!
!!!Qué envidia Chema!!! Estoy deseando escuchar ese nuevo disco.
Gran post (one more time). Un abrazo