Lapido: «Lo último que haría un pesimista es escribir canciones»

LAPIDO_CHEMA4Alguien que sólo lo conozca a través de su música tal vez espere de José Ignacio Lapido un carácter taciturno, poco dado a la sonrisa y mucho menos a la broma. Pero, como él se encarga de recordar en muchas de sus canciones, las cosas no siempre son como pueden parecer. En el cara a cara, el músico español que de forma más poética, certera y cruda retrata el desencanto se muestra como un tipo cordial dispuesto a digerir con humor la dosis de amargura que la realidad nos ofrece a diario. Él lo confirma: «Muchas veces los que más nos quejamos de la vida somos los que mejor disfrutamos de ella», dice.

Chema Doménech  Fotos y vídeo: JSMatilla

Lapido está en Madrid de promoción. Se ha desplazado a la capital desde su ciudad, Granada, para presentar a los medios durante un par de agónicos días repletos de entrevistas su séptimo trabajo en solitario, ‘Formas de matar el tiempo’. Esa canción me suena ya dio cuenta de su contenido el mismo día de su lanzamiento (se puede leer aquí), así que ahora toca saber lo que su autor opina de un álbum cuya portada aparece ilustrada con fichas de dominó colocadas de tal forma que dan la impresión de que en cualquier momento empezarán a caer una detrás de otra.

¿Qué simbolizan esas fichas al borde del abismo: la sociedad, el país, los ideales?

Hombre, no se trata de buscar interpretaciones dramáticas. A mí me gusta que la portada, aparte de su impacto visual, tenga una segunda lectura conceptual. Como en otros trabajos anteriores, este diseño es obra de Alfonso Aguilar, que firma sus trabajos como Perroraro. Él ya conoce mi forma de escribir y, en este caso, el hecho de que haya puesto las fichas de dominó, que todas sean la doble blanca, que estén colocadas en espiral y que dé la sensación de que están a punto de desmoronarse yo creo que da que pensar. Para mí eso es bastante. En el dominó hay un orden, pero también juega un papel importante lo aleatorio, el azar. Lo imprevisto tiene mucho que decir en nuestras vidas y a veces no le damos demasiada importancia.

No es el caso de este nuevo trabajo que, según lo previsto, mantiene la calidad habitual tanto en el sonido como en las letras. ¿Para Lapido es un valor que no haya sorpresas en sus discos, que siga fiel a ese estilo tan personal y reconocible en el que siempre va incluido el desencanto existencial?

No sé si eso es un valor, mi cuenta corriente no lo ve como tal (risas). Bromas aparte, yo creo que tener un estilo definido está bien. Tampoco quiero hacer bandera de eso, yo sigo las instrucciones que me dan las canciones, soy un simple servidor de ellas.  En el proceso compositivo, creo que aciertas si sabes escuchar a la canción, ella te va pidiendo unos arreglos determinados, un tempo, un sonido… De cualquier modo, creo que si yo mañana escribo una canción sobre lo bonita que es la primavera me apedrearían, y yo sería el primero en animarles. Me avergonzaría escribir algo que no fuera acorde con mis pensamientos y con mi forma de ver el mundo. Y sobre el desencanto existencial, por supuesto estoy calado hasta los huesos de ello.

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Este disco sale en uno de los peores momentos que atraviesa España a nivel económico y también moral. Sin embargo, el álbum trae pinceladas de optimismo quizás más evidentes que en otros trabajos anteriores. ¿Estás de acuerdo?

Una de las cosas que tiene llevar a las espaldas una carrera de largo recorrido es que en ese tiempo han pasado muchas cosas. Desde primeros de los años 80, en los que yo empecé a grabar discos, hemos vivido varias crisis y situaciones muy difíciles. La tarde del golpe de Estado de Tejero suspendimos un ensayo que teníamos previsto con mi primer grupo para grabar nuestro primer single. La reconversión industrial de principios de los 80 trajo consigo muchos cierres de empresas, muchos despidos… Es decir, que uno ya está curtido en situaciones de crisis. La que vivimos hoy efectivamente es penosa y terrible, pero es cierto que hay que encontrar un motivo para agarrarse a la anilla de salvación. A mí siempre se me ha tildado de pesimista en las letras, pero yo nunca me he considerado un pesimista. Es más, lo último que haría un pesimista es escribir canciones, porque hacer canciones es un oficio que lo que intenta es servir emociones a la gente para que sea más feliz, aunque sea con motivos tristes.

La tristeza como tema universal.

Por supuesto, la tristeza es un tema válido para hacer feliz a la gente, la historia del arte está llena de ejemplos en ese sentido. El Réquiem de Mozart, ¿hay alguna música más triste que la escrita para un funeral? Pero yo lo escucho y mi espíritu se siente elevado, eso es la felicidad. Nuestro oficio es hacer felices a las personas.

Lapido Interpretando ‘Muy lejos de aquí’ para los lectores de Esa canción me suena:

¿Te ha costado mucho escribir estas diez canciones?

Muchísimo. En los últimos discos me ha costado horrores conseguir una colección de canciones adecuada. Las letras sobre todo, son lo que más me cuesta. Esta vez incluso los músicos estaban un poco alarmados, porque llegaba la fecha de meternos en el estudio y me decían ‘Ah, ¿que no tienes letra todavía?’. En los ensayos, primero sacamos las músicas y los arreglos y yo canto las canciones con una fonética parecida al inglés pero que no significa nada, sólo es un recurso para llevar la melodía. Y los músicos de mi banda insistían, ‘¿Pero cuándo coño le vas a poner la letra?’. He tenido muchas dudas y lo he pasado mal. A veces pensaba, ‘coño estoy acabado como escritor, no se me ocurre nada’ (risas). Pero al final te lo impones a ti mismo, es gloria o muerte. Como la canción de los Clash, ‘Death or Glory’ (risas).

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En tu caso, las letras que escribes son casi un estilo literario. ¿Crees sin embargo que la música por sí sola, sin palabras, tiene poder también para pegarte en el hueso?

Yo creo que sí. Hay músicas con un idioma que no entiendo, o que directamente no tienen letra, y a mí me transmiten. Cuando escuché por primera vez a los Stones, a Dylan o a Cohen yo era muy joven, no tenía ni puta idea de lo que estaban hablando, pero sabía que me estaban hablando a mí, que lo que decían tenía algo que ver conmigo. Y efectivamente, traduciendo las canciones después comprobé que era así, vi que estaban describiendo mi mundo.

Tu mundo es también el del niño que sonríe en la foto sosteniendo un kalashnikov. Es una imagen terrible de ’40 días en el desierto’, una de las canciones más duras y a la vez más bellas del disco. ¿Sufres por ese niño cuando escribes algo así?

Quería buscar una imagen paradigmática y a la vez contradictoria. Un niño que sostiene un arma en la mano, que sonríe en la foto pero que tiene la mirada triste. Hay varias contradicciones en esa imagen poética. No me la he inventado yo, la he visto muchas veces en la televisión. Nosotros nos quejamos de la crisis y con razón, pero si te asomas a África aquello ya no es que esté mal, es que es el infierno definitivamente. Y una de las habitaciones del infierno son los niños soldado, que es algo que siempre me ha golpeado. Ver a niños con un kalashnikov, matando a sus vecinos, drogados perdidos, utilizados por los adultos… Yo tengo hijos, y pienso que se han librado de esa realidad por una cuestión de azar como es la de haber nacido en Europa. Cuando escribo sobre eso claro que lo sufro, porque a cualquiera con un mínimo de sensibilidad tiene que parecerle terrible que haya niños obligados a portar armas y a utilizarlas, pero si eres padre eso te afecta aún más. Estoy de acuerdo en que quizás sea la canción más amarga del disco.

Como en tus discos anteriores, en ‘Formas de matar el tiempo’ hay también versos muy crudos.

Si es que más que autor de canciones creo que soy autor de epitafios (risas). Esa es mi profesión, me puedo anunciar en Internet: ‘Autor de epitafios, cobro por palabra’ (risas).

En su último disco, Quique González habla de «los presidentes de la desesperación», un verso que suena bastante lapidiano. ¿Crees que tienes influencia en otros músicos?

Quique ha hecho un disco tremendo, pero no creo que sean influencias, es simplemente que gente como Quique González, como Txetxu Altube, como los músicos de mi banda, con sus proyectos en solitario, bebemos de las mismas fuentes y eso se nota. Me hace gracia lo de la desesperación porque recuerdo una canción que escribí para los cero que se llamaba ‘El baile de la desesperación’. Queríamos poner en la portada la foto de una tortuga al revés, pataleando desesperada, ese era el baile de la desesperación. A partir de esa idea surgió la canción. Pero el fotógrafo, Fin Costello, que era muy prestigioso, el que hizo las fotos del ‘Made in Japan’ de Deep Purple, cuando le contamos la idea de la tortuga dijo que él no hacía eso, que era maltrato a los animales. Y nosotros le dijimos, ‘¿qué coño de maltrato si luego le damos la vuelta?’ (risas). Pues nada, se negó el tipo a hacer las fotos. ¡Y habíamos comprado dos tortugas y todo! (risas).

Ahora eso no te ocurriría, tú controlas todo el proceso del disco.

Es lo bueno que tiene la autogestión, saber que desde la primera nota que se da en el disco hasta el último detalle ha contado con mi beneplácito y yo soy responsable, y no tengo que estar justificando la labor de otros, sino que la gente que trabaja conmigo es gente de mi plena confianza, gente que la he elegido yo y nadie ha tenido que elegir por mí. Toda la intención que tiene este disco y la que han tenido mis trabajos anteriores es plenamente artística. Es puro amor al arte.

 

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¿Te sientes cómodo en el papel de productor?

No mucho, la verdad. Yo lo que pido siempre cuando me toca hacer de productor es un sofá para dormir. Si hay alguien que tiene que repetir el bajo o una guitarra, yo me quedo dormido, tranquilo, pero mi oído está adiestrado de tal manera que si hay algo que está mal o no me gusta me despierto y digo ‘hay que repetir’. Ese es el método de producción de Lapido, por eso no lo contrata nadie.

De Lapido se dice siempre también que es un ‘músico de culto’. ¿Qué significa en este país ser músico de culto?

Yo acepto con resignación cristiana cualquier epíteto que tengan a bien ponerme. Estoy preparado para cualquier cosa. Lo que pasa es que no es lo mismo un músico de culto en EEUU o Inglaterra, que vende millones de discos en el mundo, que serlo en España, donde la escena musical es bastante patética. En cualquier caso, yo no pierdo ni un minuto en pensar en el tema de las etiquetas. El culto está bien para los santos, al menos a ellos les echan una moneda cuando les encienden una lamparilla. Aquí nadie echa ni un puto euro (risas).

Esa canción me suena desea agradecer la colaboración y amabilidad de Susana y Jose, de Tormenta y Marea, que cedieron su preciosa tienda de Malasaña para celebrar esta entrevista y grabar el vídeo musical que contiene. También a JSMatilla, autor de las magníficas fotografías que acompañan el texto. Y a José Ignacio Lapido, claro, por dedicarnos su tiempo y sus canciones. A todos, gracias.

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2 comentarios sobre “Lapido: «Lo último que haría un pesimista es escribir canciones»

  1. Letras a modo de flases fotograficos que dan rienda a la imaginacion y los recuerdos, melodias que llegan y acarician los sentidos.

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