César Pop: «Las canciones son mi chaleco salvavidas»

_MG_4970Lleva la música adherida a la piel. Sus brazos están adornados con tatuajes que ilustran fragmentos de su particular historia de amor con las canciones. En ese mapa cutáneo y sentimental figuran la palabra Diciembre, la pantera de Delantera Mítica o la leyenda It’s only Rock’n’Roll acompañada de una fecha, la que corresponde a la noche en que se subió al mismo escenario que los Rolling Stones. César Pop se la tatuó junto a su amigo Gato Charro Pachequín al día siguiente de que ambos telonearan como miembros de la Leiband a la banda de rock más influyente del mundo. En el antebrazo derecho se lee en grandes caracteres You belong among the wildflowers, la frase de Tom Petty con la que se abre uno de sus discos favoritos. «Es para conjurar mis miedos y recordarme que en este mundo nada está escrito, nada es seguro», dice el músico asturiano, que el martes 29 de septiembre presenta en Madrid, en la sala Galileo, su segundo álbum, Noticias del Norte.

 Textos: Chema Doménech  Fotos: Fernando Maquieira

César Pop (Navia, 1978) ha decidido unir su nombre al de la Orquesta Pinha para presentar esta segunda colección de canciones, que llega tres años después de editar su álbum debut, Te llames como te llames. Ha sido un proceso largo el de la edición de este disco, porque ha habido que aprovechar los huecos que les dejaban sus ocupaciones respectivas a todas las personas implicadas. «Es lo que tiene hacer un disco de manera totalmente independiente, que quiere decir sin dinero», dice socarronamente Pop que, como buen amante de la lectura, ha llegado a la entrevista sosteniendo bajo el brazo un ejemplar de Yo no vengo a decir un discurso, de Gabriel García Márquez. Veamos, pues, a qué viene.

La vida del músico se compone en buena medida de esperas: se espera a que llegue un concierto, a grabar un disco, a editarlo… ¿Cómo llevas este aspecto del trabajo? Es cierto que es un oficio de mucha espera. Cuando sales a hacer un concierto estás 36 horas por ahí para después hacer una hora y media de escenario. El resto del tiempo lo gastas en esperar en la furgoneta, en el hotel o en el camerino. No lo llevo ni bien ni mal, lo tengo asumido como parte del trato. Los viajes los disfruto mucho, me gusta ir en la furgo, las charlas, los discos que se escuchan, los libros que leo… También interviene mucho la reflexión en este oficio, y las esperas te proporcionan tiempo para reflexionar y al final eso enriquece lo que haces.

Y esperar casi dos años para sacar este disco, ¿te ha producido ansiedad? Ya tenía ganas de que saliera, pero no he sufrido mucha ansiedad. Con el primer disco instalé mi vida en un universo de canciones, y desde entonces vivo constantemente rodeado de ellas. Para este disco se seleccionaron 12 y mientras lo grabábamos yo también seguía mi vida escribiendo otras canciones y trabajando en el resto de proyectos que tengo con otros músicos. Y como tampoco se espera que con Noticias del Norte haya un cambio que modifique radicalmente mi vida, pues estoy tranquilo. Es un paso más. He disfrutado mucho del proceso y de no tener la presión de cumplir plazos. No he tenido que presionar a nadie para terminar nada y me lo he pasado muy bien.

Entre medias has estado ocupado, fundamentalmente con la gira de Pólvora junto a Leiva. ¿Qué sensaciones tienes después de una gira tan intensa? Es la gira más importante que he hecho en mi vida. Artísticamente ha sido muy emocionante, porque la banda resultó ser muy efectiva, estábamos muy bien dirigidos por Leiva, él está en un momento de mucha lucidez y ha sido capaz de organizarnos a todos, de repartir juego. Hasta el punto de que para mí ha sido un absoluto placer subirme al escenario noche tras noche a disfrutar de la música que hacíamos entre todos, no sólo de lo que tocaba yo sino de lo que tocaban cada uno de mis compañeros de banda. Fueron más de 100 conciertos de una gira que supuso en cierto modo no sé si la consagración de Leiva como artista, pero sí un paso adelante muy importante. Pasamos de hacer dos Rivieras con Diciembre a hacer cinco con Pólvora. Yo he vivido el proyecto de Leiva desde el principio y ha sido muy emocionante ver cómo crece. Me encanta formar parte de ello.

¿Cuál fue el momento más especial, tal vez la noche en el Bernabéu como teloneros de los Stones? El recuerdo más especial que tengo es el de las cinco noches consecutivas en La Riviera. Fue muy, muy bonito. Ir un día a La Riviera, verla llena –que es algo que emociona mucho–, tocar, irse a casa, volver al día siguiente… Una y otra vez volvía a ocurrir lo mismo y una y otra vez volvíamos a disfrutar. Era una especie de ‘Día de la Marmota’ pero en el que querrías quedarte de verdad. De la noche de los Stones no me acuerdo de mucho porque el subidón de adrenalina fue tan grande que hubo que bajarlo a base de cervezas y se soltó algún cable (risas). Recuerdo mucha emoción, ¡telonear a los Rolling Stones es un sueño! Pero le tengo más cariño al recuerdo de La Riviera o del Palacio de los Deportes, porque eso tuvo más que ver con todo el trabajo que hemos hecho, con toda la carretera, con todas las horas de local… Fue como la culminación de mucho trabajo. Las seis semanas que pasamos en Argentina también las recuerdo con muchísimo cariño, fue algo muy hermoso.

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«ME CUESTA MUCHO SACUDIRME EL FANTASMA DE LA INSEGURIDAD Y ESO ME MARTIRIZA, ME HACE SUFRIR»

¿Qué diferencias hay entre el César Pop de Te llames como te llames y el de Noticias del Norte? Me resulta complicado mirarme desde afuera, porque yo por dentro me siento igual que cuando tenía 14 años y quería hacer música. En este libro que estoy leyendo García Márquez cuenta que la madre de un amigo suyo dejó de mirarse en el espejo a los 20 años porque el reflejo no concordaba con lo que ella sentía. Atendiendo a los dos discos, creo que ahora voy encontrando mejor una manera propia de contar mis cosas. Cada vez me identifico más con las canciones que escribo, tengo los pies en el suelo un poquito más que antes, lo cual creo que de alguna manera fortalece mi capacidad para soñar y para volar en un universo propio. Utilizando referencias o bebiendo de otros artistas pero sin querer ser como ninguno de ellos.

Quienes te conocen bien dicen que, además de ser un músico muy completo, con mucho talento, eres un tipo inseguro. ¿Has ganado seguridad o sigues manejando dudas? He ganado un poco de seguridad, no mucha, sigo siendo muy inseguro. Me cuesta mucho sacudirme ese fantasma y me martiriza, me hace sufrir. Como llevo ya bastante tiempo acosado por unos pensamientos que suelen venir juntos y siempre son los mismos, cuando me asaltan los fantasmas procuro identificarlos y consigo asustarme un poquito menos. Hay que ser un poco temerario para salir a cantar una canción tuya con el convencimiento de que es buena, y también hay que ser un poquito inseguro para dudar y trabajar en lo que uno hace. Es buscar el equilibrio entre las dos cosas, pero es verdad que en mi caso pesa mucho la inseguridad.

Es curioso porque tanto Quique González como Lichis, con los que trabajas a menudo, te alaban y dicen que has aportado mucho a sus canciones. ¿Al revés también ocurre? ¿Ellos te dan consejos sobre las tuyas? Sí, yo creo que el mismo mecanismo que me permite a mí entender las canciones de otros es el que me lleva a escuchar y tener en cuenta las sugerencias que me pueden hacer mis amigos sobre mis canciones. En mi música siempre hay cosas de mis amigos. Por ejemplo Quique tuvo mucho que ver con Ten paciencia, señalándome algunos versos que podían estar mejor. Yo le escuché y trabajé duro en ello, él me ayudó, tuvimos alguna noche de búsqueda del verso perdido, y ese trabajo llevó la canción al punto en el que está y al que no hubiera llegado sin su ayuda.

¿Esa canción nació del poema de Luis García Montero? Yo llevaba tiempo con la Canción Víbora de Luis rondándome, lo leía y releía y me gustaban mucho las imágenes y, bueno, estaban por ahí flotando en mi cabeza. Pero no quise hacer una canción a raíz del poema, eso no fue así. La realidad es que me puse a hacer una canción y llegó un momento en que esos versos emergieron. Se colaron ahí como si ése fuera su sitio desde el principio.

Pereza, Leiva, Quique González, Lichis…, a todos los conociste como fan y con todos ellos has acabado trabajando. ¿Es difícil normalizar esa situación? Lo he normalizado pero intento no dejar de asombrarme. Con Leiva me pasa menos porque casi nunca le veo como público, pero con Quique, que le veo muchas veces como público, pues igual estoy con él en el camerino y estoy con mi colega, de risas, es uno de mis mejores amigos. Después me pongo a ver el concierto y siempre hay un momento en el que me sorprendo a mí mismo siendo el fan que he sido siempre, viéndolo maravillado, diciendo, ¡coño, Quique González, pero qué bueno es esto! Y me encuentro hechizado por su música como me hechizó siempre. Y luego resulta que es mi amigo. Es una cosa muy, muy bonita. Con Leiva también me pasa, y con Lichis igual. A veces estoy con Lichis y de repente me doy cuenta de que es el tipo que escribió Como Penélope en la estación del AVE. Y me sorprende y me maravilla estar tan cerca y tan de tú a tú con una persona que me ha hecho soñar y me ha llevado tan lejos con su música.

También te definen como un ‘enfermo de las canciones’, en el buen sentido. ¿Qué son ellas para ti? Son refugios en los que me siento a salvo de todo lo que me preocupa y me asusta. Me producen alivio. Dicen que la felicidad son momentos, ¿no? Pues en mi caso la felicidad suele estar conectada a canciones. Cuando descubro una canción que tiene la virtud de conmoverme y de sacarme de este mundo y llevarme a otro, me engancho como un enfermo. La última con la que me ha ocurrido es con una de Serrat que se llama De cuando estuve loco. Llevo dos semanas escuchándola 15 veces al día. Es que las canciones son mi chaleco salvavidas, creo que me costaría menos vivir sin tocar que vivir sin escuchar la música que hacen otros. De hecho, no podría vivir sin escuchar música.

¿Y cómo crees que le ha sentado a tus canciones el sonido de la Orquesta Pinha? Como si las hubiese escrito para ellos. Cuando me planteé trabajar con ellos yo intuía que aquello era una buena idea, porque cuando escuchaba la música de Pinha me sentía muy identificado, pensaba que ese era un proyecto en el que yo podía estar embarcado. Me consta que para Fernando Polaino, el productor, fue un desafío, pero para mí, que lo viví desde fuera dejándome hacer, fue una cosa muy natural, y creo que así es como tienen que sonar estas canciones. Creo que están en su máxima expresión. Gracias a la Pinha en este disco ha habido sitio para mucha música, para muchas melodías, y eso lo diferencia del anterior.

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César Pop y la Orquesta Pinha. Foto: Raúl de Pablos.

«CUANDO TERMINÉ MI PRIMER DISCO MI PADRE ME LLAMÓ Y ME DIJO: ‘CÉSAR, ESTÁ MUY BONITO PERO, ¿TÚ ESTÁS BIEN?’ SUPONGO QUE ESCUCHÓ TANTA TRISTEZA QUE SE ALARMÓ»

Por ejemplo, Para verlo bajar es una canción con una letra desoladora y, sin embargo, queda como alegre, la orquesta se la lleva por otro sitio… Eso es algo muy bonito de la música y de todas las artes. Tú puedes vestir una canción dramática con una música optimista, y ese contraste produce un efecto muy emocionante. Con esta canción pasa, está escrita desde un estado de ánimo muy duro, pero darle un envoltorio alegre a una canción triste la hace más accesible y al mismo tiempo más creíble, porque nada es tan dramático, nada es sólo tristeza.

Enrique Urquijo te marcó musicalmente. ¿Te identificas con él en esa manera de gestionar la tristeza? Puede ser. Dice Begoña (Larrañaga) que, en contra de lo que se suele pensar de él, Enrique no era una persona especialmente triste, era un tipo con mucho sentido del humor al que le gustaba divertirse. Pero luego en su música supongo que le daba rienda suelta a ese otro lado de la tristeza, y yo me identifico con eso, me ocurre lo mismo. Cuando terminé mi primer disco, mi padre me llamó y me dijo, «César está muy bonito pero, ¿tú estás bien?». Porque escuchó tanta tristeza ahí que supongo que se alarmó. Y nada más lejos, yo escribo canciones tristes para sacarme la tristeza de encima y para conjurar a los fantasmas y a los demonios. Gracias a eso soy una persona más alegre. En esa peli de Pixar que está tan de moda, Inside Out, me gusta mucho el tratamiento que se hace de la tristeza. Se presenta como algo negativo, y estás toda la película pensando que la tristeza es un coñazo, y al final resulta que es un elemento necesario que equilibra las cosas.

En el disco miras también hacia Latinoamérica de forma muy acusada, en temas como Milonga triste, Qué poco quererte tanto o Gota a gota. ¿Eres un enamorado del folclore latinoamericano? Sí, lo llevo muy dentro. Mis cimientos sentimentales, la música que tengo en la base, se compone de música clásica, música latinoamericana y Serrat. Es lo que escuchaba de pequeño. La milonga, la zamba argentina, la ranchera, son músicas que me emocionan muchísimo, y he querido dejarme llevar por eso y estoy muy contento de haberlo hecho, porque son canciones que disfruto cantándolas.

¿Qué planes tienes para presentar el disco en directo? Ahora vamos el martes 29 a Galileo con toda la orquesta. Luego haremos todas las Fnac de Madrid y el 10 de diciembre tocamos también en el Café La Palma. A partir de enero voy a colgarme la guitarra en un brazo y el teclado en el otro y voy a irme yo solo a todos los sitios que pueda, porque si intento ir con más músicos todo es más difícil y puede acabarse la gira muy pronto. Yo quiero irme a tocar a sitios aunque haya cinco personas en el público, para que la siguiente vez que vaya vengan diez. Se trata de construir y de seguir viviendo rodeado de música.

¿Tienes algún objetivo concreto marcado? Me ocurre que ahora mismo me encanta la vida que tengo, la parcelita de hacer cosas con Quique, la parcelita de hacer cosas con Lichis, formar parte del proyecto de Leiva, hacer mis canciones… Me gusta que todo esto se siga desarrollando y que me lleve donde me lleve. En un futuro me gustaría producir o formar parte de una producción. La música se puede disfrutar desde muchos sitios y entonces, ¿por qué no elegirlos todos?

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