Un asunto ‘Personal’

Una noche fui a una fiesta con la sonrisa en la matrícula y el motor averiado. Así solía salir en aquellos buenos tiempos en los que tanto sufrí, dispuesto a jugar reservando una pena en la manga. Era el cumpleaños de uno de los amigos que más contribuyeron entonces a que tirara por la borda lo que me esforzaba en conservar. Aún se lo agradezco. También a la chica que conocí en su casa, la que me habló por primera vez de Personal. No hace mucho volví a verla y por ella no pasan los discos.

Supongo que en aquel momento necesitaba aferrarme a algo más consistente y duradero que días y noches memorables, y el asidero llegó en forma de canciones, 11, reunidas en el debut discográfico de un músico con quien firmé un contrato imaginario de cláusulas abusivas. Él pondría talento, trabajo y sentimiento, al servicio de mis emociones. Por mi parte adquiriría cada uno de sus discos, iría a sus conciertos siempre que me fuera posible y, quizás de vez en cuando, intentaría contar a quien quisiera escuchar que aquello fue importante. En todos estos años ninguno de los dos incumplió nunca el contrato.

Ese disco con forma y contenido de salvavidas es Personal, el primer trabajo de estudio de Quique González, editado por Polygram en 1998. La noche de la fiesta no lo sabía todavía, pero aquel Aunque tú no lo sepas que llevaba meses cuajándome la sangre en la voz de Enrique Urquijo había sido concebido por el tipo de pelo largo y chupa de cuero que con una Telecaster del 78 recién comprada en Londres miraba al suelo en la portada de su primer disco, que tuve en las manos al día siguiente de aquel cumpleaños.

Todo en Personal es rock, desde la actitud que Quique transmite en esa fotografía de portada hasta el sonido guitarrero que prima en las canciones y las letras escritas en el libreto, que narran historias urbanas, amores juveniles, amistad sin condiciones y sueños de libertad. Quique era un joven novato, y cierto aire de ingenuidad en algunos pasajes así lo denota, pero, por su contundencia, Personal no parece el disco de un recién llegado. A ello contribuye el trabajo de su productor, Carlos Raya, nombre indisolublemente unido al de Quique para la eternidad. Raya fue el músico de guardia, el maestro, el encargado de dosificar las esencias del tarro que González comenzaba a destapar con canciones como No te arrepientas, A veces se me olvida, De tanto que lo intenté, El contestador o la propia Personal, que abre el disco con toda una declaración de intenciones.

En este sentido, los seguidores de Quique tienen mucho que agradecerle al dueño de ArdeMadrid, quien pasó al músico el número de teléfono de Carlos Raya cuando andaba buscando un profesor de guitarra. Así, en esta estupenda tienda de instrumentos situada en la calle Ardemans de Madrid tuvo su origen casi por casualidad una relación profesional y de amistad que dejaría para la historia un ramillete de discos esenciales y multitud de momentos mágicos en directo. Si yo fuera el dueño lo rotularía bien grande en la puerta para hacerme publicidad: «Sabemos de música, nosotros unimos a Quique González y a Carlos Raya».

En Personal, Quique muestra ya su talento para crear imágenes sugerentes en torno a historias que lo mismo se desarrollan en un bullicioso barrio de Madrid que en una solitaria playa del sur. Todo el disco está impregnado de esa melancolía vitalista que Quique es capaz de transmitir con tres acordes y una estrofa. Una vez lo entrevisté para un periódico que ya no existe, durante la gira de Salitre, y aseguraba que la melancolía no tiene por qué ser triste. El hecho de que su nombre llegara avalado por el gran Enrique Urquijo había motivado que desde el principio muchos periodistas ávidos de colocar etiquetas lo hubieran designado sucesor del añorado compositor madrileño y, por tanto, heredero de su tristeza legendaria. Nada más errado, como el tiempo se encargaría de demostrar.

Aquel puñado de canciones fue un tablón de salvación en medio del naufragio vital de aquellos meses, lo que hace de ellas un asunto ‘personal’. Pero, despojadas de esas connotaciones subjetivas, en ellas Quique González sentaba las bases de lo que sería su trayectoria posterior. Letras inspiradas («con las manos manchadas de barrio», «encantado de ser lo contrario de lo que soñé», «se nos iba la vida al quitarnos la ropa»…) y unas melodías potentes enriquecidas con las ideas y los arreglos de Carlos Raya dan como resultado una intensidad que ha aguantado imperturbable la prueba del tiempo. Cuando éramos reyes, Y los conserjes de noche o Se nos iba la vida han adquirido la categoría de himnos que los seguidores de Quique idolatran, aunque el músico ya no se identifique con alguna de esas canciones.

Con este disco nació Quique como rockero, siguiendo la senda de sus admirados Dylan, Earle o Petty y mostrando lo mucho que le había aprovechado alimentarse en su crecimiento de productos marca Sabina, Vega, Burning o el mencionado Urquijo. Él abrió un camino que muchos han tomado después. A lo largo de todos sus discos hasta la fecha, Quique ha mantenido ese liderazgo.

Aquella noche de capó reluciente y motor con avería regresé a casa ávido de que abriesen las tiendas de discos unas horas después. Creo que Personal me empezó a gustar antes de escucharlo, y que, sin conocerlas, ya buscaba las canciones de Quique. Quizás por ello guardo este disco con tanto fervor.

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5 comentarios sobre “Un asunto ‘Personal’

  1. Eres muuuuuuu gueno, Doménech. Yo también firme ese contrato, aunque no sea capaz de contarlo con tanto acierto, siento lo que tú. Nos vemos en los conciertos.

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