La tarde que estuvimos en el disparadero

SALITRE CHEMA-23

Era pasada la medianoche cuando Carlos Raya respondió al teléfono. A pesar de lo avanzado de la hora el productor se encontraba en su estudio, trabajando, tal y como había aventurado Quique González unas horas antes, al justificar su ausencia: «Seguro que Carlos está ahora mismo grabando algo increíble, y esa es la razón por la que no está aquí, porque para él hay cosas más importantes que la exposición pública». Lo dijo durante el acto de presentación de Salitre48. Quique González en el disparadero, celebrado en la librería Cervantes y Compañía al atardecer del pasado miércoles 27 de abril. Una puesta de largo literaria y musical «emotiva y verdadera», según manifestó en Twitter Santi Alcanda, que ejerció como excepcional maestro de ceremonias y propició desde el primer momento ese clima de emoción que, con la complicidad de todos los asistentes, se respiró en este rincón de Malasaña hasta bien entrada la madrugada.

A través del teléfono, Carlos Raya se excusó por no haber podido acudir a la presentación del libro que relata la historia de un disco, Salitre48, en el que él tiene casi tanto que decir como su autor, Quique González. Éste se encargó de dejarlo claro en cuanto tomó el micrófono en un acto conducido con maestría y exquisita sensibilidad por el periodista (o, mejor dicho, radiofonista) Santiago Alcanda.

tuit«Carlos sentó las bases de lo que soy, de mi oficio, de mi relación con los músicos, con los técnicos, con la música y con todo aquello en lo que creo, con las bandas que me gustan y con la gente a la que admiro», dijo González visiblemente emocionado por el hecho de estar, 15 años después de haber sido editadas, recordando unas canciones por las que en su momento ninguna compañía discográfica se interesó. «Imaginaos que estáis durante dos años haciendo algo en lo que nadie cree, salvo vosotros. Para mí es difícil no estar emocionado presentando el libro junto al tipo que lo ha escrito con este amor, y ver a un montón de gente que tiene tanto cariño a ese disco», confesó el rockero al público, entre el que se encontraban algunas de las personas que intervienen en el libro, como los músicos Paco Bastante y Mario Raya o el fotógrafo Fernando Maquieira.

A Carlos Raya lo definió como «el héroe» de Salitre48, al tiempo que recordaba «todas las horas que se pasó en su casa de Santa Eugenia y de Rivas, grabando y probando cosas, sin haber producido a nadie en su vida, simplemente teniendo fe en mí y en las canciones que estaba haciendo. Todo lo que me enseñó ese tío durante el tiempo en el que estuvimos haciendo este disco es el material del que estoy hecho ahora. Y aunque ahora no produzca mis discos, en realidad los sigue produciendo, como Luke Skywalker», concluyó el músico.

avisoOK

Previamente, Santi Alcanda había introducido el acto hablando de un piano silencioso, de una clase de tipos a los que les duele la noche, de músicos como Quique que lo vuelven a hacer una y otra vez y de canciones que nos salvarán mañana. Alcanda no escatimó en elogios hacia una obra a la que se refirió como «una fuente de información histórica», y agradeció al autor haberla escrito «con tal ritmo, con tal amenidad y, sobre todo, con tanta pasión y verdad, que uno vuelve a emocionarse muchísimo». También hizo una afirmación reveladora acerca de la forma en que Alcanda afronta su oficio: «Yo no soy capaz de escribir sobre las cosas de Quique, lo he hecho a veces pero se me va el corazón detrás». El mismo órgano al que recurrió horas después Quique González para, certero como acostumbra, resumir el encuentro en una sola frase: «Se trataba de tres tipos hablando con el corazón en la mano».

Luego hubo risas, cervezas, abrazos y emoción. También esperaban los buenos amigos, que nunca fallan. Tampoco lo hicieron la tarde que estuvimos en el disparadero.

Esta es la crónica fotográfica de Jorge Matilla:

Todas las fotografías, pinchando aquí

Nota del autor:

De la misma forma que Salitre48. Quique González en el disparadero no existiría de no haber sido por la complicidad y colaboración de todos los que intervienen en sus páginas, la presentación del libro no habría podido realizarse sin la ayuda y el cariño de algunas personas. Entre ellas los propios Quique González y Santi Alcanda, que me arroparon con una generosidad sin medida. De María, Óscar y Silvia, de Cervantes y Compañía, que desde el primer día me ofrecieron su casa. De Marisa Nieto, que lo dio todo en la producción y se colocó en el mismo disparadero. De Jorge Matilla, autor de las increíbles fotografías que ilustran este texto. Y de quienes acudieron al acto: familia, amigos, compañeros, lectores… Gracias a todos, esas horas en Malasaña se estrechan en el corazón.

Chema

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