Si la ilusión y el entusiasmo tuvieran rostros de carne y hueso y, por tanto, pudieran ser filmados, aparecerían todo el rato robando planos y protagonismo a los músicos de Alberto & García en Voladores, el disco-documental que la banda asturiana está a punto de estrenar. Porque sólo desde la ilusión y el entusiasmo, —unidos, claro, a una buena porción de locura y a otra aún mayor de talento y de buen gusto— puede concebirse y llevarse a término un proyecto como el que verá la luz en las próximas semanas. Una idea pionera además, porque probablemente es la primera vez que un grupo graba en España un disco en directo en diferentes localizaciones al tiempo que lo documenta todo en imágenes. De la complicada parte técnica se ha encargado el equipo de Moonlight Audiovisual, la productora que hace tiempo imaginó otra hermosa locura: combatir con música y belleza la pesadumbre de los Malditos Domingos.
Fue precisamente durante la grabación del capítulo dedicado a Alberto & García en esa serie de Malditos Domingos cuando se originó este proyecto. Al ver el resultado de la grabación, el vocalista y compositor del grupo, Alberto García, pensó que en el equipo de Moonlight había encontrado a las únicas personas capaces de llevar a cabo la audaz idea que le rondaba en la cabeza. Por ello, pasado un tiempo se la transmitió a Gonzalo Cáceres, responsable de la productora, quien la acogió con una pasión que terminó de convencer a toda la banda. El plan pasaba por grabar un disco en directo que formara parte de un documental audiovisual que explicara la historia de la formación. Pero además, las canciones deberían grabarse en diferentes localizaciones del oriente asturiano, muy alejadas de la comodidad del estudio. Y el audio del documental tendría que ser el mismo que el del disco.
Con esas premisas, el pasado mes de septiembre todo el equipo puso rumbo a Libardón, que pertenece al concejo de Colunga. Allí está situada la casa indiana que posee la familia de Alberto García y que durante tres días sirvió al equipo de base de operaciones. Tres días de un intensísimo trabajo y de muy poco descanso, cuyo fruto es un espléndido documental de algo más de una hora de duración con 10 canciones grabadas y filmadas en sitios tan espectaculares como la Sierra del Sueve, el Faro de Luces (Lastres), la Playa de La Espasa (Caravia) o la propia casa indiana de los antepasados del líder de la banda.
Alberto & García debe su nombre a los dos fundadores del grupo: el mencionado Alberto —cantante y compositor de todos los temas además de ocuparse de la guitarra acústica, la mandolina o el banjo— y su primo Dámaso García, a los mandos de la batería y la percusión. Siendo ambos muy jóvenes se juntaron a tocar y desde entonces han recorrido juntos una trayectoria que les ha llevado a grabar dos discos (Taxi Lisboa, en 2005, que no llegó a editarse, y Ley de Gravedad, publicado por Sony en 2014) aparte de este Voladores que ahora presentan. Desde hace tiempo la banda es un quinteto estable formado, junto a los dos miembros originarios, por Cristian Leiva (bajo), Álvaro Masó (guitarra eléctrica y acústica y coros), y Víctor Gil (guitarra eléctrica, dobro, lap steel, teclados y coros). Su mirada musical se dirige fundamentalmente hacia América, tanto a la del Norte como a la del Sur, por ello su propuesta es capaz de aglutinar sonidos procedentes del folk y el rock norteamericanos con los de ritmos propios del folclore latino. Como resume Víctor Gil, «no tenemos ningún problema en mezclar un banjo o un dobro con un tres cubano».
Voladores es una muestra de ese amplio espectro sonoro por el que se mueven con naturalidad Alberto & García. Un disco de 10 canciones interpretadas por una banda compacta, solvente y con capacidad de sorprender, en el que conviven composiciones próximas al rock como Qué voy a hacer o Este rayo de sol con reminiscencias pop (Cualquier sitio, San Juan) y otros de corte intimista como Cuarto menguante, donde los cencerros de las vacas que pastan cerca del Faro de Luces se unen en involuntaria percusión a la guitarra acústica y el lap steel, o Anexo, en el que el canto mañanero de los gallos hace lo propio, mientras Alberto canta en la placita en la que de niño jugaba al fútbol. La vertiente latinoamericana se percibe sobre todo en Avalancha, una cumbia grabada en lo alto de la Sierra del Sueve, en la mestiza La hora del valiente y en una eléctrica y rockera versión de Piedra y Camino, la zamba escrita por Atahualpa Yupanqui.
Al igual que la música, el documental incluido en Voladores está pegado a la tierra, como las raíces de este grupo de músicos que consideran que, por encima de todo, son amigos que se lo pasan bien tocando. Eso se transmite en las imágenes, en las que los testimonios de todos los integrantes de la banda y de personas cercanas como el padre del vocalista o Manolo, un amigo de la infancia, sirven para reconstruir la trayectoria vital y musical que ha traído al grupo hasta aquí. Se percibe también el buen ambiente en el que se desarrolló el rodaje de este ambicioso proyecto, en el que un equipo de profesionales pusieron durante tres intensos días lo mejor de sí mismos para culminar algo en lo que todos (músicos, productores, técnicos…) tenían fe. De ahí viene el nombre del disco-documental, Voladores, que es como se denomina en Asturias a los cohetes, esos que suben al cielo y explotan dejando un rastro fugaz. «Así estamos nosotros», dice Dámaso, el batería, «clavaditos como los cohetes, y nos han encendido la mecha para salir volando». Los voladores sirven también para anunciar una celebración y, como declara Alberto García en el documental, «al fin y al cabo de eso se trataba, de juntarnos para celebrar algo, para celebrar la música».
Voladores es, por encima de todo, una muestra de cómo el cariño y el entusiasmo pueden ser el mejor combustible para hacer posible con extraordinaria calidad una idea en principio complicada. Conseguido lo más difícil, los músicos quisieron que la ilusión de otros les ayudara a prender la mecha, y por eso iniciaron un proyecto de crowdfunding que aún está vigente y en el que todavía se puede participar. Desde aquí, y una vez visto y escuchado el resultado, no se puede hacer otra cosa que recomendarlo con vehemencia. Porque tiene razón Alberto García cuando afirma que este disco-documental era una tarea tan loca, que sólo podía salir bien.
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