‘Modo avión’. Lichis está de vuelta

LichisEs una tarde de principios de verano. Sobre la mesa hay un enjambre de copas semivacías y un par de ceniceros llenos, y alrededor de ella se celebra una de esas reuniones de risa y guitarra que tan poco les cuesta improvisar a algunos músicos. César Pop agarra al vuelo una Gibson y se arranca a cantar: Tinkywinky toma un drink / en las terrazas del centro / satisfecha provinciana / tras sus gafas de Prada… Después de desgranar toda la letra el alborozo es unánime y el comentario general es que Lichis tiene un disco muy grande entre manos. Porque en esta reunión de colegas es sabido que Tinkywinky formará parte del álbum que prepara Miguel Ángel Hernando, Lichis, que lleva años sin grabar. César Pop le está ayudando a poner orden en el material que maneja el catalán, a establecer una rutina de trabajo para terminar las demos, a rematar algunos temas. Dos años después de esta tarde de verano, en el otoño de 2014, se presentará al fin el fruto de ese trabajo, Modo avión, que vendrá a confirmar lo que se opina hoy en la mesa: que Lichis tiene entre las manos un gran disco.

Chema Doménech

Se ha hecho esperar, y tal vez era necesario. Si atendemos a los que el músico ha declarado en diversas entrevistas de promo, Lichis precisaba un largo periodo de desconexión en ‘modo avión’, para encontrarse a sí mismo y empezar de cero. Y esa sensación de renacimiento, o más bien de resurrección, es una constante que se repite casi canción tras canción en este álbum, como si el autor sintiese la necesidad de dejar bien claro que aquí ya no está el Lichis rumbero y socarrón de La Cabra Mecánica, ni el personaje canalla que las letras de aquellas canciones dibujaba. Por el contrario, Modo avión es un disco sentido y melancólico, con un punto de lucidez derivada de la rabia, de la nostalgia y del desengaño. Lo que queda después de la tormenta.

Modo AviónPorque algunas de estas canciones están escritas en mitad de ella, como la que abre el disco, la poderosa Casi rock and roll, una certera reflexión acerca de los tiempos convulsos que vivimos y de la búsqueda de arraigo, o la que alude más al título, Horas de vuelo, en la que aparece esa mirada a un pasado en el que las cosas parecían diferentes y aún cabía la posibilidad de equivocarse por primera vez. A ritmo de country, Miguel Ángel Hernando deja aquí  latigazos como «seguir negando el frío hasta tiritar de rabia». En esta línea intimista y personal aparecen otras canciones como Tal vez Buenos Aires, Televisión de madrugada o Enemigos, arañazos de sentimientos que destilan elixir y veneno, y dejan constancia de que la calidad de los textos que escribe Lichis no se ha resentido en estos años de silencio discográfico.

Pero tal vez el espíritu de Modo avión se resuma en el single Salir a asustar, un medio tiempo de corte americano que convierte el estribillo en una declaración de principios: «Las malas compañías no lo son todo». Ahí se vislumbra la mirada del conductor temerario que ha levantado el pie del pedal antes de acabar estampándose, la media sonrisa entre satisfecha y nostálgica que se le dibuja en el rostro al crápula en retirada cuando el domingo al amanecer se cruza con los borrachos que vuelven a casa mientras él sale a hacer running.

Lichis2Tanta tierra de por medio quiso poner Lichis que cogió sus canciones y se marchó a Nueva York a grabarlas de la mano de Joe Blaney, aunque su primera idea había sido trabajar en Barcelona con Ricky Falkner, lo que no pudo ser por imposibilidad de cuadrar agendas. En el estudio de Brooklyn se encontró con músicos de altura –Jim Campilongo, Pete Thomas, Marc Ribot, Andy Hess…– que, sin conocer probablemente a La Cabra Mecánica y mucho menos a la Pandilla Voladora comprendieron perfectamente que el tipo que tenían ante sí se había criado escuchando country, blues y rock americano. Y todo eso es lo que se puede escuchar en Modo avión, el regreso de Lichis que casi se podría calificar de triunfal. Desde luego es uno de los discos nacionales del año, aunque eso es algo que quizás no preocupará demasiado a su autor. Tal vez lo único que se necesite después de facturar un trabajo así sea abrir la ventana de vez en cuando para comprobar que el mundo sigue rugiendo ahí afuera.

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