El proceso es el siguiente: Diego García se empapa de la realidad que le rodea, la investiga hasta la raíz y la sintetiza en música. Paisajes, culturas, gentes y ritmos diversos se cruzan entre las seis cuerdas y los trastes de su vieja Gibson y se reconocen en un terreno común, el sonido twang al que el guitarrista debe su sobrenombre, El Twanguero. Así lo hizo tras vivir en Nueva York con The Brooklyn Session (2010), lo repitió después de pasar una temporada en Buenos Aires con Argentina Songbook (2013) y vuelve a hacerlo ahora con Pachuco, que no solo es el álbum que resume su experiencia vital alternando México D.F. y Los Ángeles, sino que es un homenaje a la música que, desde mediados del pasado siglo, ha hecho bailar a distintas generaciones. Probablemente también sea el mejor disco que Diego García ha grabado nunca, pero eso es un juicio personal.
“Desde hace tiempo quería unir los ritmos latinos con la música norteamericana al modo de Ry Cooder, Los Lobos o Santana, provocar un encuentro del Sur con el Norte, del mambo, el son o el chachachá con el rockabilly o el surf. El concepto Pachuco era la excusa ideal para ello», explica Diego García, que ha propiciado en este disco esa fusión de «lo latino con lo yanqui», como él dice, sirviéndose de la figura de los pachucos. Este es el apodo por el que se comenzó a conocer a los primeros emigrantes mexicanos que en los años 30 y 40 del pasado siglo se expandieron entre Texas y California para trabajar en el ferrocarril. Era fácil distinguirlos en los barrios del este de Los Ángeles con un estilo estéticamente cercano al de la mafia de Chicago, con sus amplios trajes zoot, sus elegantes zapatos bicolor y una actitud altiva y desafiante. El pachuco trabajaba duro y los fines de semana gustaba de salir a bailar el boogie, el swing o el mambo a locales de la ciudad que aún perduran, como el Hollywood Palladium, situado en Sunset Boulevard.
«Allí tocamos una vez con Calamaro«, recuerda este excepcional guitarrista que durante años, además de con el genio argentino, ha girado o trabajado como músico de acompañamiento junto a artistas de primera fila: Santiago Auserón, Fito Páez, Jaime Urrutia o Diego ‘El Cigala’, con quien ganó un Grammy como productor del disco Romance de la Luna Tucumana. Pero El Twanguero lleva años centrado en su carrera como solista, ofreciendo conciertos por todo el mundo y profundizando en su propia voz, que, sin duda, es la de la guitarra. «Eso lo tengo clarísimo», confiesa, «yo me expreso a través de ella e intento transmitir emociones con su sonido», si bien reconoce que no descarta en el futuro hacer un disco de canciones cantadas y que incluso se atrevería a escribir las letras, «aunque creo que mejor se las pediría a Andrés (Calamaro) o a Quique (González) y acabaríamos antes. ¿Quién va a escribir mejor que ellos, que llevan currándoselo tantos años?», se pregunta sonriendo.
«MI VOZ ES LA GUITARRA, ESO LO TENGO CLARÍSIMO»
Inspirada en el concepto de esa tribu urbana de emigrantes mexicanos, la propuesta que hace El Twanguero en Pachuco es más amplia y actual: «El tema de los pachucos fue el hilo conductor de lo que yo quería hacer, porque me gustan los discos conceptuales, no simplemente juntar diez canciones. Quería incluir las congas, las trompetas, los ritmos latinos abordados desde el sonido twang, que es norteamericano totalmente. Yo estoy acostumbrado a tocar milongas con Calamaro y boleros con el Cigala, es un repertorio que me creo totalmente porque lo latino no es sólo el reggaeton, sino que es el tango, el flamenco, la rumba, el chachachá o el son. Es Celia Cruz y Compay Segundo«, dice.
Por eso, tras vivir durante varios meses en el DF y en Los Ángeles, donde recopiló ideas y vivencias, Diego regresó a Madrid y se encerró en el estudio de Candy Caramelo, que ha producido el disco, en sesiones larguísimas tocando y escuchando vinilos antiguos de Pérez Prado y de Cugat, sesiones que se alargaban hasta la madrugada. Después trasladaban al escenario esas ideas desarrolladas en el estudio, ya que a lo largo de varios meses actuaron todos los jueves en el Café Berlín de la capital, en una banda en la que también se integraron José Bruno en la batería y los músicos cubanos Moisés Porro a la percusión y Manuel Machado a la trompeta. «Hicimos el ciclo del Berlín antes de grabar el disco, y fue una experiencia alucinante. A veces terminábamos un tema en el estudio con Candy, que es mi amigo y un súper músico, se lo enviábamos a los músicos de la banda y esa misma tarde lo montábamos en la prueba de sonido y por la noche lo tocábamos. Éste es un disco que ha nacido en el escenario, casi en tiempo real», declara el guitarrista, para quien la prueba de que iban por el buen camino era que todas las noches el público se arrancaba a bailar. Porque, como repite El Twanguero, «Pachuco está concebido como un disco de baile, y para mí su éxito es poner a bailar a un tipo que está tan tranquilo con su novia tomándose algo».
«YO QUIERO LLEGAR A LA GENTE QUE ESCUCHA A BUNBURY, A CALAMARO O A QUIQUE GONZÁLEZ, QUE SE HAN GANADO TODO A GOLPE DE CANCIÓN. SANTIAGO AUSERÓN PARA MÍ ES EL ÚLTIMO MOHICANO»
Sobre la naturaleza del éxito es algo que le suelen preguntar en las entrevistas a Diego García que, en su género, está considerado como uno de los mejores guitarristas actuales. Él lo tiene claro: el éxito es poder vivir de la música y eso sólo se consigue trabajando. «La clave está en insistir», dice, «en aguantar y en inventarse cada día. Yo no quiero tocar para un público elitista o para frikis de la guitarra, mi objetivo es popular. Yo quiero llegar a la gente que escucha a Bunbury, a Calamaro o a Quique González, que son músicos que llevan mucho tiempo insistiendo y que todo lo que tienen se lo han ganado a golpe de canción».
En cuanto a sus planes inmediatos, la prioridad para el guitarrista es llevar Pachuco al mayor número de sitios posible, y lo cierto es que su agenda en los próximos meses está bastante ocupada en conciertos y festivales por todo el país, incluyendo la presentación en Madrid, en la sala El Sol, el 14 de mayo. «Me gusta mucho el escenario», dice. «y me identifico con esa actitud pachuca, con un toque chulesco y desafiante. Creo que si para algo sirve la música es para mantenernos vivos, por eso me esfuerzo en ofrecer un buen show cada vez que me subo al escenario. Ahora que no se venden discos, los directos son algo definitivo».
En el futuro, además quizás de ese disco de canciones cantadas al que antes aludía, confiesa que le gustaría trabajar en algún proyecto junto a Santiago Auserón, con quien ya coincidió en el pasado. «Es un genio, un tipo que se ha reinventado constantemente. Para mí es el último mohicano», dice quien afirma tener pocos ídolos pero una larga lista de músicos a los que admira profundamente. En ella estarían guitarristas como Chet Atkins, Ry Cooder, Eric Clapton o Jimmy Hendrix. Y, por supuesto, Paco de Lucía, «un mito», para él. «Anoche fui al bolo de unos tipos jazzeros de Nueva York, y cuando acabaron me acerqué al camerino a saludarlos y el batería me dice, ‘oye, ¿sabes dónde puedo conocer al Piraña?’. El Piraña es el percusionista de Paco de Lucía y el tipo quería conocerlo, decía que es el mejor percusionista del mundo. A los americanos no les hables de Alejandro Sanz o de Juanes, que no los conocen. Pero la música de raíz sí les interesa». Una raíz a la que El Twanguero siempre quiere llegar. Y con Pachuco lo ha conseguido una vez más.
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PRECIOSO ARTÍCULO! musica de verdad! gracias por compartirlo